Europa, una "pinza" en manos de Estados Unidos y China

Foro OEA / Cesur 'Avanzando en la incertidumbre'

José Manuel González-Páramo, catedrático de Economía, destaca que "necesitamos fomentar la innovación, la competitividad y las alianzas internacionales en materia de comercio"

Expertos alaban la flexibilidad de las empresas para adaptarse al variante y complejo contexto geopolítico

Rogelio Velasco, exconsejero de Economía de la Junta de Andalucía, y José Manuel González-Páramo, catedrático de Economía.
Rogelio Velasco, exconsejero de Economía de la Junta de Andalucía, y José Manuel González-Páramo, catedrático de Economía. / M. G.

El segundo día del foro OEA/Cesur Avanzando en la incertidumbre dedicó uno de sus bloques a analizar los equilibrios globales que están redefiniendo el siglo XXI. Bajo el título Hacia una Europa postamericana, José Manuel González-Páramo, catedrático de Economía y exconsejero del Banco Central Europeo y del BBVA, ofreció una lectura contundente sobre el momento geopolítico tras la presentación de Rogelio Velasco, antiguo consejero de Economía de la Junta de Andalucía.

De partida, el economista planteó un diagnóstico rotundo: el mundo ha entrado en una fase multipolar, pero con dos grandes hegemones en pugna. Según expuso, desde 2015 China supera a Estados Unidos en PIB ajustado por poder adquisitivo, pero ninguno de los dos, ni China ni Europa, es una superpotencia completa. La UE continúa con un poder militar limitado y una alta dependencia en energía, tecnología y mercados exteriores; China, por su parte, avanza con fuerza en lo económico, pero aún sin capacidad para liderar en todas las dimensiones. Y mientras tanto, Estados Unidos erosiona su posición global en ámbitos económicos, diplomáticos, culturales y tecnológicos.

González-Páramo contextualizó este momento como la ruptura de un ciclo histórico. Tras la Segunda Guerra Mundial, Occidente disfrutó de ocho décadas de prosperidad bajo la llamada ‘Pax Americana’: estabilidad geopolítica basada en la disuasión mutua, cooperación internacional y un sistema de instituciones donde Estados Unidos ejercía un papel de proveedor de bienes públicos (financiación, seguridad, tecnología) a cambio de influencia y liderazgo. Este equilibrio, señaló, se ha resquebrajado especialmente desde el segundo mandato de Donald Trump. “Estados Unidos ha pasado de ser un superpoder cooperativo a uno depredador”, denunció, recordando que Washington ha abandonado, bloqueado o dejado de financiar iniciativas internacionales clave, enviando un mensaje claro a sus antiguos aliados.

China, en cambio, ha desplegado una estrategia diametralmente opuesta: crear dependencias a través de exportaciones masivas, el control de segmentos críticos de la cadena de valor, el dominio de materiales estratégicos y la provisión de crédito e inversión directa. En este pulso, advirtió, Europa es la gran perdedora, víctima de sus procesos de decisión lentos, la fragmentación normativa y la dificultad para reaccionar ante tensiones que exigen respuestas rápidas. “No somos temidos”, resumió.

A este clima se suma un nuevo vector de riesgo económico: la batalla geopolítica trasladada al terreno comercial, con aranceles como herramienta central. Los avances provisionales de la negociación entre Estados Unidos y la UE apuntan a tarifas más bajas, aunque relevantes, compromisos amplios de inversión en territorio estadounidense y una elevada recaudación para el Tesoro norteamericano, a costa de empresas y consumidores propios.

El catedrático detalló también las cuatro dependencias estructurales que condicionan la posición de la UE en 2025: militar -respecto a EEUU-; energética, tras haber tenido a Rusia como principal proveedor; comercial -con EEUU, Reino Unido y China absorbiendo el 43% de las exportaciones europeas-; y tecnológica. La respuesta del continente pasa por la transición energética, digital y militar, pero estas transformaciones tienen un coste enorme y plantean una doble agenda: cómo financiarlas y cómo articular un verdadero mercado interior capaz de respaldarlas.

Europa, afirmó González-Páramo, tiene riqueza suficiente para abordar este esfuerzo, pero carece de canales adecuados para movilizar el capital. Mencionó obstáculos como la fragmentación financiera, la ausencia de productos paneuropeos de ahorro a largo plazo y las restricciones a la inversión en capital riesgo, además de la necesidad de complementar la iniciativa privada con fondos públicos. En paralelo, defendió que reducir aranceles intracomunitarios -que hoy suponen un 44% en bienes y un 110% en servicios- aliviaría pérdidas de competitividad.

Frente a un eventual nuevo mandato de Trump, el economista recomendó evitar respuestas reactivas. Las represalias, dijo, suelen ser contraproducentes y desvían a Europa de su propósito esencial: liderar un comercio internacional basado en reglas, parte del ADN comunitario. Ese camino incluye consolidar acuerdos pendientes -como el de Mercosur, que permitiría cubrir el 95% del PIB latinoamericano-, reforzar el papel internacional del euro y avanzar en la creación de activos seguros y presencia digital propia.

En un escenario dominado por incertidumbres, la conclusión de González-Páramo fue clara: Europa debe asumir que su prosperidad requiere actuar con rapidez, ambición y unidad. El mundo ya se ha movido; ahora le toca moverse a ella.

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