Análisis
Gumersindo Ruiz
Las cinco caras de la inteligencia artificial
Análisis
Nos agobia la inteligencia artificial (IA) porque se refiere a cosas muy diferentes, y sus implicaciones sociales, productivas, de poder, nos llegan también con señales confusas. Hay quién ve en ella el desastre universal, o quien la considera como el mayor logro de la humanidad; el inicio de una nueva esclavitud, o la liberación humana en una dimensión donde la AI es una herramienta para el bienestar.
La primera cara de la IA es su papel en el aprendizaje; al definir la IA como un complemento en la formación se evidencia que la enseñanza está obsoleta en contenidos y aprendizaje; pero desde muy pequeños es inevitable pasar por la solución de problemas de complejidad creciente, tener una base y dominio de lenguajes y lógica, y relacionarse con la IA para avanzar en capacidad de plantear y solucionar problemas. Aunque resumir y memorizar es una pérdida de tiempo, un análisis crítico de las respuestas de la IA es sin duda una tarea creativa, al igual que proponer al alumno un cálculo muy específico y unas conclusiones, que puede cotejar con las de la IA. En el ámbito de las relaciones humanas, los casos de chatbos discutiendo el suicidio con adolescentes indica, como dice el premio Nobel Geoffrey Hinton -que creó la analogía de que las máquinas puedan aprender como un cerebro-, nos dicen hasta qué punto las personas que controlan hoy la IA, muy competitivas y con una ambición codiciosa, no frenan aunque pierdan el control, pues incluso los creadores de los modelos no conocen realmente cómo se están comportando esos modelos. Es preocupante también la creación de avatares que interrelacionan con personas que desean compañía, y pueden como dice Juval N. Harari no saber, o no importarles, que la IA falsee tan astutamente los sentimientos, que los creamos verdaderos. La falsificación, el fraude y la mentira, la sofisticación en la polarización y el odio en las redes sociales, serán sin duda una de las lacras de la IA.
La segunda faceta es la aplicación de IA a cosas prácticas o no, como la traducción, imágenes, creación, juegos, y otras importantísimas como el diagnóstico médico. El afán de algunos países es unir IA a robótica industrial, abordando los robots nuevas tareas a partir de las ya programadas, lo que hace poco era ciencia ficción. Se plantea qué va a pasar con los trabajos, pues un científico que se dedica a las moléculas ganará con la generación por IA de nuevas moléculas útiles en medicina o alimentación, y los propios programadores tienen un trabajo nuevo seleccionando y modificando programas autogenerados; pero no ocurrirá lo mismo con tareas de contabilidad o jurídicas como documentación o redacción de contratos, aunque quizás algún día la IA enmiende la arbitrariedad de la administración y la justicia. Comenta el franciscano Paolo Benanti, que el papa León toma su nombre de León XIII, quién vio las consecuencias de la Revolución Industrial sobre la desigualdad y los trabajadores, y hoy -dice el Papa- es la IA y no las fábricas lo que marca el cambio social, por eso es tan relevante para quienes buscan proteger la dignidad humana y la del trabajo.
Una tercera cara de la IA es que requiere una gran base de datos. Las plataformas de anuncios y que intermedian en ventas y reservas, no vacilan en sustraer información, lo que da lugar a pleitos por derechos de autor de libros, noticias, música y arte y por nuestra intimidad. En España se utilizó IA hace ya décadas por la empresa pionera AIS para logística en almacenamiento y transporte, optimizar el uso de materiales en embalajes y confección, y para entidades como BBVA o Unicaja en la concesión de crédito y alertas tempranas del riesgo de impagos, lo cual se quiere extender hoy a la prevención de riesgos sociales y catástrofes. Hay un vínculo de la IA con las blockchain de los que especulan y transaccionan con monedas digitales, y en este sentido se aprueba en España, Token City Exchange, el operador de bolsa digital para facilitar la cotización de nuevas empresas. Una cuarta cara es el soporte material que necesita la IA, que va desde la producción de chips, baterías, a centros de procesos de datos (CPD), con fuerte consumo de agua y energía; tanto consume un CPD que las compañías de IA generan ya energía nuclear propia, porque disrumpen las redes eléctricas donde se instalan; en emisiones, Amazon ha producido, en 2024, 20 millones de toneladas de dióxido de carbón (equivalente a lo que emiten 50 ciudades de 50.000 habitantes),10 Google y Microsoft, y 5 Meta, según datos de las propias compañías.
La quinta cara es si los humanos van a permanecer en el centro de la IA y a controlarla, pero el control no es una garantía si hay quién sin escrúpulos domina estos procesos, pues no estamos ante una tecnología cooperativa, y la rivalidad es fortísima. El valor en bolsa de un grupo de empresas y sus posiciones de liquidez les permiten comprar los mejores cerebros, o compañías prometedoras que nacen, y se acepta que estos precios sean disparatados; la relación entre el número de años por el que hay que multiplicar el beneficio, para dar el precio de mercado es, por ejemplo, 50 años en el caso de la estelar Nvidia, mientras que Indra, por ejemplo, -que no es barata- es sólo 16. La concentración de poder ha llevado a concentración de riqueza y renta, control de los medios de producción, y abusos de dominio de mercado. Por eso es llamativo que el gobierno suizo con dos universidades públicas promueva Apertus, una IA abierta (publicai.co site), en un raro proyecto de políticas y servicios públicos digitales; aunque modesta, busca más la calidad que cantidad, con lenguajes y referencias culturales locales, y se considera el inicio de una infraestructura pública de IA. Dos ideas finales nos sugiere todo esto; una, que como sostiene el fabuloso Mikko Hypponen, todo lo que es inteligente es vulnerable, por lo que una verdadera inteligencia artificial está por definición expuesta a abusos y exige regulación pública proporcionada a sus riesgos; y otra, que sentimos una desazón inevitable de estar ante algo en nuestras vidas que, con todos sus prodigios, trae consigo la certeza de ser incontrolable.
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