No es cuestión de humillación

Tribuna Económica

Reunión entre Donald Trummp y Ursula Von der Leyen

12 de agosto 2025 - 05:59

A raíz de la aceptación por los países de los aranceles y condiciones comerciales que Estados Unidos impone con formas agresivas, se ha mencionado la palabra humillación, pero esta visión mercantilista de unos que ganan y otros que pierden es errónea, y hay que recordar que un arancel es un impuesto sobre las empresas y la gente del país que compra. Si quien vende rebaja el precio y el país que compra recauda el impuesto parece tener una ventaja, pero no es tan sencillo. Un coche que la UE vende en EEUU por 20.000 euros y sufre un arancel del 15% pasa a valer 23.000, y el gobierno recauda 3.000 euros; si el fabricante lo rebaja un 5%, pasaría a 21.850 y seguiría siendo más caro que antes para el consumidor, aunque el gobierno recauda 2.850 euros. Pero si todo va mal y no se vende, EEUU no recauda nada, y sin competencia los coches son más caros. Influye también el tipo de cambio, y como el dólar se deprecia por la inestabilidad generada, una caída de sólo un 5% respecto al euro supone que, aun con la rebaja de precio, el comprador del coche pagaría en total 2.942 euros más que antes del arancel. Además, las expectativas de inflación elevan el tipo de interés en EEUU (4,28% por el bono a 10 años, Alemania 2,68%), y solo un incremento del 0,5% –la curva de tipos es casi plana– les cuesta al año 294.335 millones, que es lo que esperan recaudar con los aranceles. Si se respondiera, es, como dice Jason Furman, igual que uno que se dispara en un pie y en el tuyo, y tú haces lo mismo, y ninguno de los dos puede ya caminar.

Pregunto en el golf qué harían si juegan con el presidente de EEUU y hace trampas, y algunos dicen que disimularían, y les pregunto si se sentirían humillados si les gana, y contestan que en absoluto es humillante perder con un tramposo. Hace años en Gleneagles mi caddie escocés, al caer la bola en hierba alta, me dijo: “No luche contra la hierba, señor, coja la bola, póngala jugable y acepte la penalización”, y pienso que Ursula, nuestra presidenta europea, en una reunión sin diálogo –se aprecia en las imágenes que no llegan a abrir las botellas de agua–, por deber, percepción inteligente de la situación, y evitar más inestabilidad en Europa, prefiere sacar la bola de esa selva, pagando una penalidad que quizás no sea tanta en el resultado final; e incluso puede disfrutar viendo a su oponente seguir dando golpes agresivos, en un terreno donde la hierba parece que apenas presta resistencia, pero hace perder el control y el equilibrio tan necesarios en el juego y el comercio.

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