Jordi Hereu: “Quien se opone en el debate del límite al turismo, dentro de un tiempo estará a favor”
Entrevista al ministro de Industria, Comercio y Turismo
El negocio turístico va a seguir creciendo en el mundo, pero el Gobierno aboga por desconcentrar destinos, desestacionalar la llegada de visitantes y diversificar productos basándose en la experiencia
“Reindustrializar es una necesidad de Europa y el papel de Andalucía es básico”
Sevilla/El ministro de Industria, Comercio y Turismo, Jordi Hereu Boher (Barcelona, 1965), ha estado esta semana en Andalucía. En esta entrevista repasa los retos y oportunidades que la región afronta en las materias que son de su competencia.
Pregunta.–Esta semana hemos conocido los datos hasta del mes de abril y el acumulado del año del turismo. En el caso de Andalucía, que es uno de los destinos preferentes de nuestro país, casi 1,4 millones de turistas y un gasto de 1.716,8 millones de euros, que son datos récord ambos. ¿Hay límite al crecimiento del turismo? Y, ¿debería la Administración pensar en ponerle límite?
Respuesta.– España está manteniendo una posición de liderazgo en el turismo internacional. Es verdad que estos cuatro primeros meses expresan, primero, que seguimos en el crecimiento. Es una inyección de prosperidad en el tejido económico. Siempre crece más en porcentaje el ingreso que el número de visitantes, pero ambos crecen. Y es evidente que Andalucía tiene un papel importante, porque es la que más ha crecido y en número de visitantes, por ejemplo, en abril, fue la segunda comunidad ya en recepción. Ya lo expresé en la presentación del Anuario de Turismo Andaluz de 2025, que publica el Grupo Joly: la contribución de Andalucía al desarrollo del turismo en España es relevante. A la pregunta concreta diría: sí, hacemos los deberes. Nuestro liderazgo se basa cada vez más en hacer real la sostenibilidad ambiental, social y económica del modelo. Y esto pasa por lo que estamos haciendo, que es invertir, más que nunca, en políticas como desconcentrar destinos, que es fundamental, básico. Esto significa, por ejemplo, descubrir el interior de la provincia de Málaga y no sólo la costa. También en diversificar productos, lo que significa invertir en la generación de muchas más experiencias. O en desestacionalizar, que significa que las curvas que antes eran realmente de acumulación en dos o tres meses, cada vez sean más regulares y el concepto de temporada baja, media y alta se vaya amortiguando en una línea, porque permite más estabilidad, también laboral, de calidad del empleo. Y también invertimos en apostar de forma muy clara por la digitalización de los destinos, de las empresas y de la experiencia de aquel que decide visitar España. Si hacemos todo esto, más la redistribución equitativa de los beneficios, creo que podemos mantener una línea de desarrollo y, si quiere, de crecimiento, donde cada vez más es más importante el elemento cualitativo en términos de gasto por persona y día superior que no el ganar los rankings de visitantes. La aproximación a la calidad de nuestro turismo es lo que nos puede permitir el mantener este liderazgo.
P.–¿Va a seguir creciendo, entonces?
R.– En el mundo, el turismo crece y crecerá. ¿Por qué? Porque la India, China, países emergentes del mundo, a medio y largo plazo África. ¿Qué podemos hacer nosotros, además de todo lo que he dicho? Pues afrontar los debates de limitar ofertas, escoger qué ofertas queremos compartir, y después elementos de fiscalidad: tasas. El debate que yo viví hace ya más de 15 años de la ciudad de que yo procedo y de la que fui alcalde, y que ahora veo que son debates que van llegando a otras ciudades.
P.– Eso le iba a preguntar. En Andalucía hay un debate sobre la necesidad de poner tasas turísticas en destinos que están masificados. Hay alcaldes que expresan opiniones favorables, como el de Málaga, o el de Sevilla que también cree que hay que financiar servicios con el turismo, pero la Junta de Andalucía no quiere gravarlo. ¿Tras su experiencia en Barcelona, ¿le recomendaría poner una tasa a Málaga o a Sevilla?
R.–Uno de los grandes objetivos y retos es la sostenibilidad social del modelo. La sociedad que acoge tiene que tener muy clara la percepción de que, ya que hay algunas externalidades negativas, para evitar masificación o para beneficiarse de la llegada del turismo, tiene que haber una contrapartida evidente. Uno de los mecanismos es tasar la actividad. Tasas para reinvertir no sólo en política turística, sino en la mejora de los destinos. En ayudar a mejorar la calidad de vida de los vecinos de un pueblo o de una ciudad en base a gravar la actividad turística. Es una de las maneras de invertir en la sostenibilidad social del modelo. Y por tanto, hay un debate sobre las tasas, o sea, modular la demanda a través del factor precio. Pero también hay otras maneras cuantitativas, que es decidir cuántas plazas quiero hoteleras en una ciudad y cuántas plazas quiero de pisos de uso turístico. Y esto ya no es tasar solo, esto es decidir el límite, como decidir el límite de cuántos cruceros llegan. El debate del límite acabará llegando a todos. Y quien se opone ahora, dentro de un tiempo estará a favor.
P.–La desestacionalización de la que hablaba antes, ¿no crea una extensión de las externalidades negativas a las que se refiere durante más meses en el año?
R.–Uno de los factores que veo es que genera más capacidad de estabilidad laboral, o sea, menos temporalidad y más estabilidad. Yo creo que tiene efectos claramente positivos. No veo los problemas de masificación en los meses que no son los centrales. En la gestión de esta estabilidad está la clave de poder mantener el liderazgo. Y, además, se vio la semana pasada cuando celebramos el comité ejecutivo de ONU Turismo, España adelanta muchos debates a nivel internacional y también digo que el mundo está pendiente de cómo se gestiona el liderazgo de un país líder como España. Por tanto, también le añade un elemento interesante.
P.–¿Le preocupa que crezca la turismofobia en España?
R.–Tenemos que ser conscientes de que el turismo lo tenemos que gobernar entre todos, que no es un tema sólo sectorial, aunque es evidente que el sector empresarial turístico tiene un papel fundamental, pero que forma parte de un ecosistema en el que también están los destinos, los municipios, la sociedad en su conjunto. Ya hace muchos años que descubrimos que teníamos que pasar de promocionar destinos a gobernar el turismo. Y ahora estamos en cómo gobernamos el turismo. Que es responsabilidad de todos. En esto hay que trabajar activamente para evitar un fenómeno que yo creo que no es para nada mayoritario, pero que es evidente que hay que combatirlo. No por combatir, tenemos que combatir las causas de la turismofobia. Y para hacer esto un elemento fundamental es redistribuir bien los beneficios del turismo. Porque si la sociedad ve que participa de los beneficios, entonces esto rebaja el peligro de la turismofobia. Si en la sociedad o los destinos se ve que yo pongo el escenario donde otros sacan los beneficios y yo me quedo la externalidad negativa, entonces es evidente que esto sería una amenaza.
P.–Se lo preguntaba, porque en el principal problema que preocupa a los españoles, la vivienda, se vincula también al exceso de pisos turísticos en destinos saturados como Madrid, Barcelona, Sevilla, Málaga...
R.–En zonas tensionadas hemos generado desde el Gobierno de España instrumentos para que las autoridades autonómicas y locales puedan tomar decisiones clarísimas en poner orden y límites a la oferta. Hay ciudades en España que durante los últimos años hay fenómenos como los pisos turísticos que han crecido sin ningún control. Estamos fortaleciendo los instrumentos legales y tecnológicos de registro, para que espacio digital todo el mundo esté identificado y no se ponga en el mercado para alquilar algo que no tiene ninguna licencia ni ningún título. Estamos poniendo transparencia en un mercado que ha sido muy opaco. Claramente, la mejor defensa para el buen desarrollo del turismo es poner orden y límite a las ofertas. Vuelvo a mi ciudad. El alcalde ha decidido soberanamente, porque le toca, que en unos años no habrá pisos turísticos. Bueno, es una decisión que en otras ciudades se puede decidir el cuánto es compatible. Si el turismo se percibe como una amenaza al derecho al acceso a la vivienda, entonces esto es una clara amenaza también para el turismo. Por tanto, el turismo y la actividad turística tienen que corresponsabilizarse también de estos elementos. Una política de vivienda tiene muchas facetas, pero una de ellas, en las que estamos trabajando, es poner límite.
P.–¿Qué impacto puede tener para el turismo los episodios de violencia criminal en zonas como la Costa del Sol?
R.–Son casos vinculados al crimen organizado y no a la inseguridad ciudadana en la calle. Como ministro de Turismo, no tengo ningún elemento de alarma desde este punto de vista.
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