
Un inciso
Carlos Navarro Antolín
"Gastan menos que un turista"
Un inciso
La economía no se aprende en dos tardes por mucho que así lo dijera aquel ministro del avieso Zapatero. Pero cualquier administrador de las cuentas de un hogar sabe el verdadero precio del coste de la vida e interpreta con precisión los movimientos del prójimo a la hora de gastar o de no hacerlo. No son dos tardes, son muchas horas de calle las que tienen los vendedores de cupones de la ONCE, una de las entidades que mejor funcionan en España y que más prestigio mantienen en la sociedad donde el prestigio casi no cotiza. Una cuponera andaba hartita de pregonar que era la depositaria de la suerte, con el puesto cargado de boletos, los de las pascuas incluidos. Venga a pechar chillidos la buena mujer a babor y a estribor. Recibía saludos de compradores de otras ocasiones, pero que esta vez no se paraban. Incluso alguna broma de quien decía que nunca tocaban sus cupones y le iba a pedir la hoja de reclamaciones. España es un país en el que todavía, como en su mejor tradición literaria, hay quienes se permiten chanzas con los ciegos. La señora no colocaba un cupón y no se sentía observada por nadie, más bien al contrario. Se sebía sentir sola. Clamaba en un desierto... con gente. De vez en cuando renovaba los reclamos: "¡Los cupones, llevo los cupones con premio! ¡Que ya se han pagado los gastos del veranito y una ayuda no viene mal para la Navidad!" Nada. Nadie sacaba la cartera. Hasta que echó la cabeza abajo y se le oyó una queja que era todo un diagnóstico del último verano en la costa andaluza: "¡Aquí gastan menos que un turista!". El dardo en el centro de la diana.
El movimiento no cesa, es el gasto el que se retrae. No nos quedamos en casa, viajamos, pero nos abastecemos en el supermercado de turno y cenamos en el apartamento turístico de rigor. La macroeconomía va bien, como nos recuerda el Gobierno que se apoya en publicaciones que avalan nuestro crecimiento, peor la micro es la real, la de la feria de cada uno, que ya sabemos que se cuenta en función de las circunstancias. No estamos dispuestos a dejar la calle reconquistada tras la pandemia. Es la era del escapismo vitalista. No nos estafan más. A vivir que son dos días y uno de ellos estamos de pandemia o en crisis económica. En vez de pedir que nos sujeten el cubata, agarramos el botellín, que es más económico. Unas veces como vecinos, otras como turistas. Gastamos menos, estamos las mismas horas en la calle. Gastamos menos, pero no dejamos los periplos. Gastamos menos, pero vivimos intensamente. La economía no se aprende en dos tardes, pero la vida se reenfoca tras dos crisis (una económica y otra sanitaria). Se trata de no parar, aunque se gaste menos, menos que un turista que no por eso deja de serlo. La tercera crisis del siglo XXI nos coge con la nevera cargada de botellines. Y tal vez de turismo. Y ya veremos si con cupones.
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