El capital riesgo se planta en el olivar
Inversión en el sector primario
El aceite se ha convertido en un producto codiciado por los fondos de inversión. La superficie de olivo de regadío en una región seca ha aumentado un 30% en apenas cuatro años

Hace algo más de diez años ocurrió un hecho muy relevante en el sector primario español. La firma de capital riesgo CVC pagó en 2014 113 millones de euros por el 30% de Deoleo y en los sucesivos años fue ampliando su participación hasta el 56%. Hablamos de un fondo de inversión de origen británico creado por ex directivos de Citibank que gestiona en los mercados 186.000 millones de euros y que no parecía encajar en el agro, ya que, aunque es un fondo muy interesado en España, se le ha visto más relacionado con los mercados energéticos, textil o la liga de fútbol. Lo relevante de aquel hecho fue la entrada a lo grande del aceite de oliva dentro del ‘casino’. Y CVC no fue el único.
Es en Chicago donde se dirimen los precios a futuro de los commodities, es decir, entre ellos los derivados agrarios. Buena parte de los precios que pagamos en los supermercados están condicionados por ese mercadeo. La fluctuación de productos como el trigo, la soja o el maíz, cultivados muy lejos de Chicago, puede llegar a condicionar todo lo demás. En la Bolsa de Chicago no cotiza el aceite de oliva, pero gracias al aterrizaje de los fondos de inversión sí que forma parte del juego, a pesar de que, según un estudio de la COAG titulado La uberización en el olivar español, el agricultor de toda la vida “no ha ganado más dinero en este proceso. Ganan lo mismo y, si la cosecha es corta, como lo fue en la 2022/23, no le da ni para cubrir sus gastos de producción”.
Deoleo es una compañía de marcas. En su portafolio se encuentran Carbonell, Koipe y Hojiblanca, además de las italianas Bertolli y Carapelli. Cotiza en Bolsa y factura anualmente cerca de mil millones de euros. Es el gigante del aceite de oliva nacional y aún se le menciona como la multinacional española, aunque su capital esté mayoritariamente en manos del fondo británico. Su consejero delegado, Cristóbal Valdés, celebraba sus últimos resultados en la página corporativa: “La compañía ha afrontado un año desafiante, marcado por la escasez de materia prima y la volatilidad, en el que nuestro modelo de negocio ha demostrado su solidez”. Sin embargo, su presidente, Ignacio Silva, afirmó en plena crisis de los precios del aceite, en 2024, en el foro Mundolivar, un encuentro anual que se celebra en Córdoba donde se reúnen todos los que tienen algo que decir sobre aceite de oliva, que “estas dos últimas campañas han sido malas en cantidad y en calidad. Nuestro producto ha sido menos estable. Creemos que el volumen volverá y las compañías tendrán los resultados de antes de esas dos cosechas y después de este drama de precios”.
Creo que recuperaremos el volumen después de aquellas dos malas cosechas y el drama de precios"
Aunque tras el inicio de la guerra de Ucrania y el pico inflacionario, sumado a las dos pésimas cosechas de 2022 y 2023, el aceite vivió una situación que no se recordaba, la inestabilidad del mercado es de sobra conocida por las principales operadoras del sector que siguen manteniendo capital español. Antonio Luque, de Dcoop, una de las mayores cooperativas agrarias de Europa, sostuvo en aquel encuentro de Mundolivar que “para mantener al olivarero tradicional hay que mejorar la eficiencia. Pasar de siete millones de toneladas a tres en un par de campañas hace muy difícil mantener los mercados. Somos un millón de vendedores que cuando llueve el domingo queremos vender todo el aceite el lunes y que cuando no llueve nos pasamos dos años sin venderlo”.
La otra gran empresa del aceite andaluza es Migasa, que mantiene su estructura familiar desde que su fundador, Miguel Gallego Núñez, empezó a comercializar aceite en la Extremadura de los años 30 antes de instalarse en Sevilla. Migasa exporta a 120 países, lo que quiere decir que exporta prácticamente a todo el mundo. Su director general, Antonio Gallego, expuso en Mundolivar que entre que la empresa recibe el aceite del agricultor y cobra del cliente, ya sea de donde sea, pasan no menos de 90 días. Esa situación necesita de músculo financiero. Migasa no tiene problema en apoyarse en los bancos, pero en esas dos campañas fatídicas en las que el precio del aceite se triplicó en las estanterías de los supermercados españoles e italianos muchas pequeñas y medianas cooperativas y otros miembros no tan poderosos de la cadena de suministro del producto se asomaron al precipicio.
CVC ahora quiere vender, pero no encuentra comprador al precio que pide. Una rentabilidad que ha bajado y los nubarrones de los aranceles de Trump, que afectarán en primer lugar al aceite español, aconsejan la retirada. El estadounidense no es un mercado precisamente pequeño. España exporta anualmente 70.000 toneladas de aceite y factura más de 600 millones de euros. El capital riesgo se arriesga sólo hasta cierto punto y la función de un fondo de inversión es ganar dinero. Si vende por debajo de por lo que compró alguien ha metido la pata. Pero donde CVC ve excesivo riesgo, otros siguen apostando.
La realidad es que la superficie de explotación del olivo, sobre todo en regadío, no ha parado de crecer. Según el estudio realizado por COAG, hay motivos para invertir en olivar. El precio de la hectárea de olivar de regadío en España ronda los 40.000 euros, mientras que el secano no supera los 20.000. En Italia y California, los otros dos grandes productores, esa misma hectárea no baja de los 60.000 euros. Además, el olivar español está dentro de las ayudas de la PAC y tiene acceso a subvenciones. ¿El resultado? Sólo entre 2018 y 2022 las hectáreas de olivar han aumentado en un 30%. Zonas de una baja de producción de aceite como la provincia de Cádiz, donde estaba prácticamente acotado a la Sierra, se han ido expandiendo y el paisaje ya domina la campiña codeándose con las viñas, que van en retroceso.
Las operaciones
Así lo debió de ver Antonio Martín Antunez, propietario de Algosur, una de la grandes empresas andaluzas del sector primario, conocida hasta hace poco por sus dos grandes plantas procesadoras de tomate. En 2022 decidió cambiar el rumbo y presentó en Lebrija la mayor almazara de Europa, con capacidad para producir 130.000 toneladas, para lo que compró enormes extensiones de terreno en la campiña jerezana que convirtió en olivares. Hace unas semanas la almazara fue vendida a la familia cordobesa De Prado junto a 3.400 hectáreas de olivar. “La almazara de Lebrija será una magnífica ocasión para colaborar con todo el sector productivo de olivar de Sevilla y Cádiz”, señaló el presidente de la compañía, José Luis De Prado.

De Prado, que cuenta ya con 35.000 hectáreas de olivar y almendro y cuya facturación se aproxima a los 300 millones, pudo permitirse este crecimiento gracias a su alianza en 2022 con el fondo de inversión canadiense Public Sector Pension Investment Board (PSP). Tras ello, lo primero que hizo el Grupo Prado fue comprar para los pensionistas canadienses 9.000 hectáreas de olivos y almendros por 73 millones de euros a Elalia, que era la plataforma de agrícola del grupo valenciano Atitlan, que también se ha conformado como un fondo de inversión centrado en el agro. Detrás de Atitlan se encuentra Roberto Centeno, hijo del Roberto Centeno que fue el gran magnate de los hidrocarburos entre 1969 y 1991 dirigiendo sucesivamente Butano, Enagas y Campsa. Atitlan, que ahora se ha restringido a la producción de cítricos, obtuvo sólo en subvenciones europeas durante los últimos años casi 20 millones de euros.
La operación de Grupo Prado con Algosur de lo que nos está hablando es de una veloz concentración del sector del aceite y, en concreto, del olivar de regadío, que está arrinconando al olivarero tradicional, el de secano, que “no puede competir con explotaciones más intensificadas e industrializadas”, como denuncia COAG. Un fondo de inversión no va a a meter dinero en una explotación de menos de cien hectáreas, pero sí lo hará en una de más de cien hectáreas, que son sólo el 4% de las existentes, pero que ocupan más del 25% de la superficie total.
El olivarero tradicional no puede competir con explotaciones más intensificadas e industrializadas”
Tras CVC y PSP otros fondos se han lanzado a por el olivo. En 2021 fue la española Beka & Bolschare, especializada en banca de inversión, quien creó su división Iberian Agribusiness para hacerse con 1.500 hectáreas de olivar en Castilla la Mancha y Portugal. En 2022 fue el turno de la británica SLM Partners, que se trajo al olivar murciano un modelo de inversión en el agro que ya aplica en Irlanda, Estados Unidos y Australia gestionando más de 300.000 hectáreas de cultivo. Y en 2023 fueron otros canadienses, Fiera Capital, quienes entraron en el sector adquiriendo la sevillana Innoliva, que se había creado en 2006 para centrarse en la producción de aceite de oliva virgen extra por los hermanos María y Joaquín del Pino Calvo Sotelo, a su vez hermanos de Rafael del Pino, presidente de Ferrovial. Pero Fiera no se la compró a ellos, sino a otro fondo, Cibus Capital, que había entrado en la compañía en 2017.
Cibus había hecho un gran negocio y así lo mostraba el socio fundador de Cibus, Robert Appleby, un ejecutivo que venía de Lehman Brothers y de Credit Agricole, en su eufórica despedida: "Innoliva fue la primera compra realizada por Cibus Fund. Contratamos un equipo directivo excelente, que consiguió transformar Innoliva en una empresa diversificada y líder tanto en gestión como en implantación de prácticas sostenibles. Agradecemos a nuestros accionistas su compromiso constante con nuestra estrategia". Habían estado sólo seis años en Innoliva, ganaron dinero y se fueron a por otra inversión. Ahora Appleby es director no ejecutivo independiente de Coca Cola Partners para el Europacífico.
Más allá de los beneficios que se puedan llevar los accionistas de estos fondos, hay un reverso en esta burbuja del olivar de regadío que es el uso del agua en un país seco. En 2023 la Fiscalía se querelló contra el ex torero Miguel Báez, el Litri, tras descubrir que había extraído 2.000 millones de litros de agua de manera ilegal para regar su finca de 360 hectáreas de olivar superintensivo junto a Doñana. Es sólo un ejemplo, porque la Fiscalía tiene centenares de carpetas como la de El Litri.
En este país hay agua suficiente para multiplicar por dos la superficie de regadío y no sé si por tres"
Antonio Luque, el principal ejecutivo de Dcoop, está convencido de que el factor limitante de la eficiencia del olivar es el agua y considera que “en este país hay agua suficiente para multiplicar por dos la superficie de regadío y no sé si por tres, pero les da pánico a los políticos y a nosotros mismos hablar de ese tema”. Recuerda Luque una anécdota que se remonta a 1986, con la entrada de España en Europa. Era la primera vez que Luque pisaba Bruselas y lo hacía como miembro de una delegación española consultiva. Allí se encontró con un comisario italiano que dijo “damos la bienvenida a los españoles y lamentamos su incorporación porque España produce 500 millones de kilos de aceite y va a llegar a producir 700. Imagínense el problema de excedente de aceite que vamos a tener en Europa”. España ahora produce más del doble de las previsiones de aquel comisario italiano. Hay muchos fondos que ven en ello una oportunidad. La duda es qué puede pasar cuando se piensa en crecimientos infinitos.
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