La convergencia, asignatura pendiente de la economía andaluza
Los economistas Francisco Ferraro y Joaquín Aurioles alertan de que la baja productividad y el uso ineficiente de los recursos lastran el crecimiento de Andalucía
Expertos alaban la flexibilidad de las empresas para adaptarse al variante y complejo contexto geopolítico
La mesa redonda “Los retos de la economía andaluza” del Foto OEA / Cesur Avanzando en la incertidumbre reunió a Francisco Ferraro, catedrático jubilado de Economía Aplicada y presidente del Observatorio Económico de Andalucía (OEA), y a Joaquín Aurioles, profesor de Economía de la Universidad de Málaga, en un debate moderado por Elena Manzanera, presidenta del INE. El encuentro giró en torno a la cuestión que, según ambos expertos, define el gran desafío económico de la comunidad: su dificultad para converger con el conjunto del país.
Ferraro abrió el análisis señalando que la convergencia sigue siendo el mayor reto estructural de Andalucía. El catedrático recordó que la comunidad creció más que España en 2024, lo que favorece el acercamiento al promedio nacional. Sin embargo, advirtió de que el principal factor que impulsa esa convergencia no es el crecimiento del PIB, sino el menor aumento de población, ya que el PIB per cápita depende de la relación entre riqueza generada y habitantes. El motivo, explicó, es que Andalucía recibe menos inmigración que otras zonas del país.
Para Ferraro, la pregunta clave es por qué Andalucía no crece más, y la respuesta pasa por la baja productividad. El tejido productivo está fuertemente concentrado en agricultura, servicios, turismo e inmobiliario, sectores de baja productividad, mientras que el patrón de demanda interna muestra que los andaluces destinan el 88,6% de su renta al consumo, dejando poco margen para el ahorro y la inversión. A ello se suman debilidades en los factores de producción: envejecimiento demográfico, abandono educativo temprano, peores resultados formativos pese a un gasto universitario superior al nacional, un capital humano menguante y un sistema productivo donde el 90,5% del capital es inmobiliario, con escaso impacto en la productividad.
El catedrático añadió otros frenos: baja densidad empresarial, predominio de empresas pequeñas, insuficiencia en innovación y un marco institucional “extenso y de calidad limitada”. A su juicio, las políticas de desarrollo económico en Andalucía no han sido prioritarias, carecen de debates exigentes y tienden a imitar modelos menos eficaces. También señaló que factores como los casos de corrupción o la falta de ambición social inciden en la productividad. “En Andalucía nos creemos muy felices, pero cuando se confronta con los datos, la paradoja se cae por sí sola”, afirmó, subrayando que la región adolece de una falta de ambición colectiva.
Por su parte, Joaquín Aurioles centró su intervención en los efectos perversos del sistema de solidaridad interterritorial. Aunque su objetivo constitucional es garantizar la igualdad en servicios esenciales como educación, sanidad o asistencia social, consideró que, tal y como está diseñado, “no corrige la desigualdad, sino que contribuye a perpetuarla”. Recordó que desde la entrada en la Unión Europea, Andalucía ha recibido cerca de 100.000 millones de euros en fondos europeos, sin que ello haya reducido la brecha respecto a España: la comunidad aportaba el 12% del PIB nacional en los años ochenta y hoy apenas alcanza el 13,3%, pese al fuerte crecimiento de la población.
Aurioles subrayó una distinción clave: Andalucía tiene más capacidad de consumo que de generación de riqueza. La diferencia de PIB per cápita con España es de 25 puntos, pero la de renta es de solo 18, lo que evidencia que las transferencias se destinan a mejorar el nivel de vida, no a fortalecer la capacidad productiva. Para el economista, la solidaridad “solo es eficaz si es temporal y está acompañada de políticas regionales de desarrollo”. En este sentido, advirtió que la condonación de deuda autonómica, lejos de favorecer la convergencia, podría perjudicar a largo plazo a regiones como Andalucía si no va acompañada de reformas que impulsen el crecimiento real.
La mesa concluyó con una coincidencia: sin un impulso decidido a la productividad, el capital humano, la innovación y la calidad institucional, Andalucía difícilmente avanzará hacia una convergencia sostenida con el resto del país.
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