España hace 50 años

La economía, al morir Franco, se debatía en un mar de incertidumbre por la crisis del petróleo y las exigencias de modernización 

Vigilantes de la burbuja

Imagen de 1975, tomada al morir Francisco Franco. / Efe

23 de noviembre 2025 - 03:59

Muerto el dictador tras gobernar 36 años ante lo que Laín Entralgo llamó la “distraída pasividad de las grandes masas”, España se prestó a afrontar una transición que nacía sumida en un mar de incertidumbre. Política, pero también económica. Por un lado, la crisis del petróleo desencadenada dos años antes había originado una situación económica muy inestable a escala mundial que condicionaba cualquier decisión política. Por otro, a nivel interno, si los herederos del franquismo se resistían a facilitar expectativas de cambio, los indicadores económicos tampoco invitaban precisamente a entrar en un proceso de transformación con optimismo.

La economía había llegado a las puertas del último cuarto del siglo con mejoras manifiestas gracias al impulso del Plan de Estabilización establecido en 1959 con la llegada al Gobierno de los llamados tecnócratas (ministros ligados al Opus Dei y un grupo de jóvenes economistas con mucha preparación e ideas modernizadoras), el creciente turismo del Spain is different y, sobre todo, por el efecto de vecindad que ejercía el auge de Europa occidental. El crecimiento, que rondó entre el 6% y el 7% en aquellos años y que la propaganda del régimen bautizó como “el milagro económico español”, era consecuencia principal del “milagro económico europeo”. El milagro, en todo caso, “estaba en conflicto con los valores básicos sobre los cuales el sistema descansaba, aun cuando [el régimen] no los hubiera inducido”, según escribe Raymond Carr en España 1808-1975, obra en la que el hispanista británico describe el sistema franquista como “arcaico y represivo, aislado en Europa”.

Bajo esas etiquetas, España se caracterizaba por ser un país agrícola, con casi una cuarta parte de su población activa empleada en el campo y un 27% en la industria. El sector servicios era el 38%, porcentaje que ahora se eleva al 75%, mientras la industria se ha reducido al 13% y la agricultura el 3,7%.

Aquel 1975 el país se precipitaba a terminar el ejercicio debilitado por la crisis mundial. El Producto Interior Bruto (PIB) se cifraba en unos 35.646 millones de euros (actualizados a hoy) frente a los 1,6 billones actuales. La renta per cápita era de 1.010,50 euros, que serían 14.094 euros actualizados, según la Cámara de Comercio. Ahora es de unos 31.000 euros. La inflación de noviembre era del 13,8% en términos interanuales (dos años después superaría el 27%); la presión fiscal no llegaba al 20% del PIB y apenas existía un control de las rentas, que era muy precario hasta que los Pactos de la Moncloa establecieron el Impuesto de la Renta de las Personas Físicas (IRPF) junto con medidas para controlar la inflación y los salarios.

Los datos sobre empleo eran una falacia. El paro se situaba en el 4% de la población activa, muy lejos de la realidad, como se demostró cuando se comenzó una medición seria y se reflejó que estaba por encima del 20% (en algunas provincias, más del 30%). Ahora, tras un periodo de bonanza en el que ha contribuido la inmigración, ronda el 10%. La desigualdad entre sexos radicaba en la posibilidad de trabajar, no en el salario, estando la mujer sometida a una larga serie de limitaciones de las libertades. Pero más de nueve millones de empleados eran empleadas y, una gran mayoría, estaban en el segmento de labores del hogar, que no se contabilizaba. El porcentaje de trabajadoras registradas era el 19% de la fuerza laboral con un peso principal en tareas administrativas. Ahora las mujeres son el 47% de la población laboral con un abanico muy amplio de actividad y una brecha salarial con los hombres que ha bajado al 8%.

Tampoco había información fidedigna del éxodo laboral que se produjo por la falta de trabajo y las nefastas políticas de empleo. Entre 1960 y 1967 emigraron casi dos millones de trabajadores a Europa, donde la diferencia salarial era abismal. Y entre 1968 y 1972, otros 1,2 millones. Ahora España es un país de recepción de emigrantes, sobre todo, latinoamericanos y africanos, cuya llegada acerca al país a los 50 millones de habitantes (frente a los 35 millones de 1975) y permite sostener, junto a otros factores como el comercio exterior, crecimientos cercanos al 3% de la economía previsto para este año.

Eran tiempos aquellos en que la población rural abandonaba el campo y existían graves problemas en la política de vivienda, sobre todo para las familias más vulnerables. Cuando murió Franco, en Madrid existían 30.000 chabolas donde vivían unas 100.000 personas. La situación se repetía en las grandes ciudades. Las viviendas de protección oficial, que se habían promulgado en 1911, bastante antes de la dictadura, apenas se desarrollaron: 735.000 en 36 años. Entonces era necesario ahorrar más de 11 veces el salario mínimo para comprar un inmueble medio. Hoy no ha cambiado mucho, con una ligera subida en la necesidad de ahorro de hasta 14 veces. Lo que sí ha cambiado es el salario mínimo, que era de 108.000 pesetas anuales (equivalentes a 50 euros al mes); hoy es de 16.576 euros (1.184 euros al mes por 14 pagas). Evidentemente, hay que aplicar la inflación para comparar (aumento del 1.460% desde entonces frente al 2.760% del SMI).

El lastre heredado, en cualquier caso, obligó a un consenso político que ahora se añora y que, desde el punto de vista económico, se plasmó en los citados Pactos de la Moncloa y en políticas de arreglo para converger con Europa y aspirar a entrar en la entonces Comunidad Económica Europea. De esa forma, se abordó una drástica reconversión industrial y del sector energético, la reordenación del atomizado sector bancario y la adaptación del mercado de trabajo. Después de ese primer proceso, España enfocó otras etapas de liberalización del mercado y flexibilización económica que supuso internacionalizar la empresa quitándose la caspa de los años de autarquía y economía cerrada. El último estadio de este proceso es el Estado de bienestar en funciones sociales, de educación, sanidad y distribución de la renta. Los datos no soportan banderas y centran el tiro en que desde 1986, tras la entrada en la UE, hasta 2011, España creció a ritmos que permitieron cerrar 20 puntos de brecha de prosperidad con Europa, mejora que se quebró con la Gran Recesión y vuelve ahora a revitalizarse.

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