Tribuna económica
José Ignacio Castillo Manzano
¿Cuándo se jodió la Economía?
En pocos días comenzará la mayor campaña olivarera del mundo, la variedad arbequina, que es la más temprana, está a punto de la recolección, España es el principal productor de aceite de oliva del mundo, el primer exportador y el líder de ventas en Estados Unidos, y aun así nuestro país importará oro verde desde Portugal, Túnez y, en menor medida, Marruecos, Egipto, Siria e, incluso, Argentina. Tanto que somos el tercer importador mundial. Este tránsito de aceite de oliva entre países dibuja dos grandes polos de atracción para el envasado: de un lado, España como líder en volúmenes y en ventas, de otro Italia, cuyas centenarias marcas son casi más valiosas que el propio líquido. Mientras la poderosa industria española apuesta por la reducción de costes, Italia lo hace por el valor añadido.
Este diario ha estado consultando durante la pasada semana, a las puertas de la campaña, a expertos andaluces en el mercado del aceite sobre su comercio internacional. Sin que aún haya un dato oficial, estamos ante un año bueno, España puede producir en torno a 1,4 millones de toneladas de aceite, quizás un poco menos que la campaña anterior, e importaremos alrededor de 200.000 toneladas. La media de importación de los últimos cinco años ha sido de 220.000 toneladas.
La valoración general que se hace de las importaciones es positiva. Valga el ejemplo del hígado de oca francés. Francia es un gran importador de este hígado macerado y necesita añadir a su producción nacional otras cantidades porque vende foie por todo el mundo. Y caro. Los franceses, junto a los italianos, son los maestros del mercado del lujo, por eso un asiático paga 60 dólares por una botella de Moët, para ver salir burbujas de esa excentricidad enológica llamada champán. A Italia le pasa algo similar: importa trigo duro de donde pueda para vender su prestigiosa e histórica pasta.
España, bajo esta primera visión, importa porque ha conquistado grandes mercados y necesita completar una producción que aún es un tanto irregular, depende en buena parte de las lluvias. 2023, por ejemplo, fue un año extremadamente seco, y las importaciones supusieron un tercio de las exportaciones. Los clientes requieren de un abastecimiento constante porque si no lo encuentran en España, lo harán en otros países. No se pueden perder; además, en años normales como lo será éste el volumen de importación no es muy grande, unas 200.000 toneladas para 1,4 millones de toneladas de producción.
Hasta mayo pasado, España importó 92.221 toneladas de Portugal, 40.731 de Túnez y 6.800 de Turquía, seguido de otras cantidades mucho más pequeñas de países mediterráneos. Portugal se ha convertido, en términos oleicos, en una provincia andaluza más, no hay fronteras comerciales, buena parte de los olivos del Alentejo son de propietarios andaluces y tiene un embalse gigantesco, el Alqueva -con 4.150 hectómetros cúbicos de capacidad-, que nutre de agua a los cultivos superintensivos. De hecho, la campaña ya ha comenzado en el país vecino. El problema del superintensivo es que es un aceite poco estable que necesita ser encabezado con picual en España.
Túnez es un segundo gran cliente, los europeos se lo rifan. Tiene un contingente libre de aranceles y es más barato, aunque buena parte de lo que produce es lampante. Este tipo de aceite, más basto -lampante viene de lámpara, combustible- requiere ser refinado en España, que es al fin y al cabo un proceso químico. Una vez refinado, se le añade virgen o extra y se vende bajo el nombre de "aceite de oliva" a secas y en el etiquetado se detalla que está elaborado con refinado y el virgen.
Andalucía tiene una gran capacidad de refino. Migasa, Acesur, Coosur y Sovena tienen plantas. La de Sovena está en La Rinconada, junto a Sevilla; las de Acesur y Migasa están muy cerca, en Dos Hermanas, aunque esta última empresa cuenta en La Luisiana, en Córdoba, con una refinería que produce el 50% del aceite de orujo del mundo. El de orujo de oliva es un aceite de muy buena calidad que se emplea en conservas y en frituras.
¿Y si España es tan buen exportador que necesita aceite de fuera porque sigue vendiendo a Italia? Los italianos siguen siendo los principales compradores de aceite de oliva español, compran mucho a granel, pagan bien y les gusta la calidad. El motivo está en su historia y en sus marcas, los italianos aprecian a su aceite mucho más que al español y pagan más por sus botellas en las estanterías de los supermercados, además consumen más.
Aunque España es el principal vendedor en Estados Unidos, las grandes marcas que allí se venden son de nombres italianos: Pompeian, Carapelli y Bertolli. Pompeian, fundada en 1800 en Lucca (Italia), es la más vendida en botella. Después tuvo domicilio norteamericano y durante un tiempo cordobés, propiedad de Baldomero Moreno, creador de otra gran marca, la mayonesa Musa. Hoy vuelve a ser casi española, porque Dcoop comparte la propiedad con la familia marroquí Devico, una de las grandes del sector.
Todos los consultados coinciden en que el aceite de oliva español, que es básicamente andaluz, tiene una trayectoria muy buena, aunque aún le queda por llegar a los niveles de valor de Italia y, a la vez, conquistar otros mercados. Si hace 20 años apenas había marcas que hubiesen apostado por filigranas del marketing, hoy hay casos como Omed, en Granada, Castillo de Canena, Oro Bailén o Almazaras de la Subbética que rozan lo sublime.
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