La UE fuerza a Google a abrir la Play Store
La flexibilización de las reglas de la tienda de aplicaciones de Android marca un nuevo capítulo en la confrontación entre Bruselas y las grandes tecnológicas
Así cambia Google Play Store para cumplir con las leyes de la UE

Los cambios anunciados por Google en su Play Store no son una decisión empresarial voluntaria, sino el resultado de años de presión regulatoria europea que están transformando el panorama tecnológico mundial.
La flexibilización de las reglas de la tienda de aplicaciones de Android marca un nuevo capítulo en la confrontación entre Bruselas y las grandes tecnológicas, una batalla que ya ha costado a Google miles de millones de euros en multas durante la última década.
La Ley de Mercados Digitales
El pasado marzo, la Comisión Europea acusó formalmente a Google de violar la Ley de Mercados Digitales (DMA, por sus siglas en inglés) al restringir la capacidad de los desarrolladores para dirigir a los usuarios hacia sistemas de pago alternativos más favorables.
Los reguladores europeos consideraron que Google empleaba medidas técnicas para bloquear estas redirecciones y que las comisiones cobradas eran "excesivamente altas y prolongadas en el tiempo".
La DMA, en vigor desde 2023, es el intento más ambicioso de Europa por controlar el poder de las grandes tecnológicas.
Esta normativa se aplica a los denominados guardianes digitales (gatekeepers): empresas como Google, Apple, Meta, Amazon y Microsoft que controlan plataformas esenciales para millones de usuarios. La ley les prohíbe dar preferencia a sus propios servicios y les obliga a abrir sus plataformas a la competencia.
Las sanciones pueden alcanzar hasta el 10% de los ingresos globales anuales de una empresa, y el doble en caso de reincidencia. Para Google, con ingresos de más de 280.000 millones de dólares anuales, esto podría suponer multas de decenas de miles de millones.
Lo que está ocurriendo en Europa trasciende nuestras fronteras y los cambios forzados por la DMA están creando una especie de efecto dominó, con países como Estados Unidos, Reino Unido, Australia o Canadá estudiando medidas similares.
Los cambios de Google son solo el comienzo de una transformación más amplia. La Comisión Europea ya ha anunciado que seguirá vigilando el cumplimiento de la DMA y no descarta nuevas investigaciones si considera que las medidas adoptadas son insuficientes.
Apple: un precedente reciente
Google no está sola en esta encrucijada. Apple ya ha experimentado la presión de la DMA de primera mano y sus cambios resultan muy similares a los que ahora implementa Google.
El pasado junio, Apple anunció una profunda revisión de su App Store tras meses de presión de Bruselas.
La empresa eliminó completamente sus políticas anti-steering que impedían a los desarrolladores informar sobre métodos de pago alternativos, permitiendo ahora múltiples enlaces externos, redirecciones sin restricciones y la instalación de tiendas de aplicaciones alternativas directamente desde la web.
Además, Apple también implementó un nuevo sistema de tarifas escalonadas muy similar al de Google. Cambios todos ellos que llegaron tras la amenaza de multas diarias de hasta el 5% de los ingresos globales de Apple.
El paralelismo con la situación actual de Google es evidente: ambas empresas han cedido ante la presión regulatoria europea con modelos de negocio prácticamente idénticos.
La presión no se limita a Google y Apple. Meta (anteriormente Facebook) recibió una multa de 798 millones de euros en noviembre de 2024 por vincular abusivamente Facebook Marketplace con su red social principal.
Amazon también está siendo investigada por sus prácticas en el comercio electrónico y los servicios en la nube.
Las implicaciones para los usuarios españoles
Para los consumidores españoles, los cambios tanto en la Google Play Store como en la App Store se traducen en beneficios tangibles, pero también plantean nuevos riesgos.
Entre los beneficios, los usuarios tendrán más opciones de pago (las aplicaciones podrán ofrecer métodos de pago alternativos, potencialmente más baratos), precios más competitivos (los desarrolladores podrán trasladar parte del ahorro en comisiones a precios más bajos) o mayor innovación (la competencia debería estimular el desarrollo de nuevos servicios y funcionalidades).
Y, entre los riesgos, el principal es la seguridad, porque salir del ecosistema protegido de las grandes plataformas puede exponer a estafas o malware, aunque también hay que tener en cuenta la fragmentación (la experiencia puede volverse más compleja al tener múltiples opciones) y las cuestiones relacionadas con la privacidad, porque se añaden intermediarios que podrían manejar datos personales sin las mismas garantías.
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