Por qué las empresas necesitan un euro digital

Análisis

La moneda europea es muy fuerte, y hay que aprovecharla para que las economías de la Eurozona se separen del sistema de tarjetas norteamericanas y del dominio del dólar

Imagen del símbolo del euro. / EFE

23 de octubre 2025 - 04:59

Actualmente el 24% de los pagos en la Unión Europea son en dinero, pero hace cinco años era el 40%, y este cambio ha sido a favor de las tarjetas, con el 44% de los pagos, los móviles, 15%, y otros sistemas como cheques, transferencias, puntos de fidelidad, tarjetas de regalo, créditos entre empresas, y las cripto monedas, que suman el 17%; en este contexto el Banco Central Europeo (BCE) quiere lanzar un euro digital como una alternativa de medios de pagos. El dinero es un medio de intercambio para liquidar posiciones acreedoras y deudoras, y puede crearse o restringirse liquidez (dinero) dando o no facilidades crediticias, e interviniendo el BCE comprando o vendiendo deuda. El euro digital es sencillamente un medio de pago en euros, y la gran discusión de estos días es si va a funcionar a través de las entidades financieras, del BCE, o un sistema híbrido.

Actualmente un sistema de comunicación Swift permite, cuando sacamos dinero de un banco que no es el nuestro, al banco que entrega el dinero saber si tenemos saldo; igual cuando se paga con tarjetas de débito o crédito, que aunque pertenecen a compañías principalmente norteamericanas, operan con la información de nuestro banco. Cuatro ideas al menos podemos desarrollar en torno a este asunto. La primera, que los pagos requieren liquidar operaciones de manera instantánea con coste mínimo, y de forma segura; en Europa los bancos tienen el sistema TARGET del BCE, que coordina las operaciones entre ellos, en dinero, y para acciones y bonos, así pues, si los bancos disfrutan de un sistema magnífico de medios de pagos ¿por qué no vamos a tener todos un sistema similar? El BCE lleva cinco años preparando el euro digital y los bancos ante la posibilidad de que cualquiera pueda abrir cuenta en el BCE, emiten monedas digitales, y presionan para mantener una posición de dominio en sistemas de pagos; pero cualquiera que sea la solución final, los bancos han de asumir que no están prestando el servicio de medios de pago barato, rápido, y seguro que ahora se ofrece como alternativa.

La segunda cuestión son los pagos internacionales, donde el Banco de Pagos Internacional (BIS) tiene el proyecto Rialto para mejorar pagos fronterizos, coordinando bancos centrales; 800.000 mil millones de valor en dólares dicen que suponen al año estos pagos. Por ser de interés para las empresas detallamos los tres riesgos que se tratan de evitar; uno, si hay retrasos en una transferencia en divisa porque no haya liquidez en el corredor de esa divida específica, Rialto accedería a un sistema propio de obtención inmediata de la divisa; otro, en caso de que una parte incumpliera el pago comercial, en una divisa que esperábamos y nos interesaba tener, también lo cubre Rialto proporcionando esa divisa; y por último, ofrece un sistema de liquidación instantánea, sin riesgos, donde integra medio de pago y disposición de divisa. Si añadimos a un sistema coordinado de bancos centrales, la cuestión de la divisa, y que sean digitales, nos acercamos a la perfección en tecnología de pagos en el exterior.

La tercera cuestión que planteamos es política, pues el euro es una moneda muy fuerte, y hay que aprovecharlo para separarnos del sistema de tarjetas norteamericanas y del dominio del dólar. Los acontecimientos en Estados Unidos nos hacen recelar de hasta dónde pueden llegar sus gobernantes; la suspensión de los pagos a funcionarios en muchos servicios públicos por falta de un acuerdo en presupuestos es inaudito en cualquier país del mundo, rico o pobre, y aunque sea algo temporal pone de relieve desequilibrios profundos de los que conviene independizarse. El 44% de las operaciones internacionales son en dólares, 17% euros, 8% yenes, y 7% y 6%, reminbi y libras, entre las principales divisas, pero el dólar se ha depreciado un 6% en un año frente al euro, y está tocado por un déficit exterior de menos 4% y público del 6%, inflación del 3%, y tipos de interés a 10 años del 4,1% (para la UE estos datos son en el mismo orden de más 3% , 3,4%, 2,3%, 2,8%), lo que lleva a buscar refugio en el oro, que sube un 43% anual, y en las criptomonedas. En este panorama surge el euro digital del BCE, donde la tecnología distribuida tipo blockchain ofrece un sistema cerrado y protegido de pagos, reduciendo riesgos de desfases operativos, abierto permanentemente, y con coste mínimo. Sería como disponer de una red única de ferrocarriles europeos para circular, o un único sistema integrado de red eléctrica. Este sistema de medios de pagos contribuiría a la integración de los mercados en la UE, que es una de las aspiraciones del Informe Draghi, de cuya publicación hace ya un año, y cuyo mensaje principal sobre la necesidad existencial para Europa de contar con medios propios, vuelve a plantearse con más urgencia.

La cuarta y última idea es qué hacer frente a la corriente populista que, aprovechando la relativa complejidad de estos temas, crea opinión con el fantasma de que el euro digital del BCE va a suponer un control de nuestras economías personales; pero cualquiera, con un poco de reflexión, ve que eso no tiene sentido, pues fiscalmente la información la proporcionamos ya con las retenciones y las facturas, los bancos y emisores de tarjetas saben más de nosotros que nuestras familias, qué compramos, dónde, y cómo nos movemos, cuánto nos pagan, quién, y esto no se evita en ningún sistema de moneda digital, referida o no a una divisa, a no ser que se utilice para actividades delictivas. A las falsas proclamas de libertad habría que contraponer la verdad de un sistema único europeo de medios de pagos en nuestros euros, y con la garantía de nuestro banco emisor, pues no hay progreso sin claridad y limpieza en los procesos, sobre todo cuando tienen como en el euro digital, la mejor tecnología disponible. O quizás deberíamos decir sencillamente que es el mejor sistema por razones puramente financieras, siguiendo a Woody Allen cuando afirma: “El dinero es mejor que la pobreza, aunque sea por razones financieras”.

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