Muere Álvaro Domecq Romero, el rejoneador, ganadero y bodeguero jerezano que hizo del caballo un arte

El creador del espectáculo 'Cómo bailan los caballos andaluces' y fundador de la Real Escuela de Arte Ecuestre fallece a los 85 años

Álvaro Domecq en la bodega que lleva su nombre en una imagen de archivo.

El rejoneador, ganadero, bodeguero y referente ecuestre Álvaro Domecq Romero ha muerto en la madrugada de este martes en Jerez de la Frontera (Cádiz) a los 85 años, dejando un profundo vacío en el mundo del caballo y del toro. Fundador de la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre y propietario de la bodega Álvaro Domecq y la ganadería Torrestrella, fue durante décadas una de las grandes figuras de la tradición jerezana y un embajador excepcional de la cultura andaluza.

Nacido en Jerez el 8 de abril de 1940, hijo del también rejoneador, ganadero, empresario y político Álvaro Domecq Díez -fue alcalde de Jerez (1952-1957), presidente de la Diputación de Cádiz (1957-1967) y procurador en Cortes--, ‘Alvarito’ —como todos le llamaban, porque como solía decir, ‘Don Álvaro es mi padre’— se crió entre toros y caballos. A los once años ya participaba en faenas de acoso y derribo, y con solo doce se presentó como rejoneador en un festival organizado por su tío Juan Pedro Domecq, en Tarifa.

Formado bajo la fuerte influencia de su padre, Domecq desarrolló una temprana afición por los toros y los caballos que lo llevó a México, donde cosechó grandes éxitos como rejoneador. En 1964 regresó a España para casarse con su prima segunda, María Isabel Domecq Ibarra, y tres años después anunció su retirada en la Feria del Pilar de Zaragoza. Aunque intentó dedicarse entonces a los negocios familiares —había cursado Peritaje Mercantil en España y Peritaje Agrícola en el Reino Unido—, la pasión por los ruedos lo llevó a reaparecer hasta su despedida definitiva, el 12 de octubre de 1985, en su Jerez natal.

Su gran legado: ‘Cómo bailan los caballos andaluces’

Su mayor legado fuera de las plazas llegó en 1973, cuando, con motivo de la entrega del Caballo de Oro, que otrogaba el antiguo Ministerio de Información y Turismo, ideó un espectáculo que marcaría un antes y un después: ‘Cómo bailan los caballos andaluces’.

Aquella propuesta se convirtió en el germen de la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre, institución que fundó y dirigió durante 25 años y que situó al caballo de pura raza española en el panorama internacional.

El espectáculo recorrió el mundo y formó parte, incluso, de la boda de la infanta Elena y Jaime de Marichalar, una muestra de la estrecha amistad que mantenía su familia con el rey Juan Carlos I, quien en 1973, entonces como Príncipe de Asturias, le hizo entrega del Caballo de Oro.

Años más tarde, en 1987, el ahora rey emérito aceptaba la presidencia de honor de la Real Escuela, institutición que Álvaro Domecq abandonó en 1996 tras un agrio desencuentro con la Junta de Andalucía, un episodio que él mismo reconoció que le costó “llanto, sudor y lágrimas” tras su regreso en 2019, como director técnico honorífico de la institución: “vuelvo a la que siempre ha sido mi casa”, dijo entonces.

Ganadero y bodeguero: la otra herencia Domecq

A la tradición familiar ecuestre se sumaba la del toro de lidia: la ganadería Torrestrella, adquirida en 1954 por su padre y convertida en referencia del toreo a pie y a caballo, por la que han pasado figuras como Paquirri, Jesulín de Ubrique, Espartaco, Enrique Ponce o El Juli.

En el mundo del vino, Domecq protagonizó otro renacimiento. En 1999 compró las antiguas bodegas Pilar Aranda y lanzó Bodegas Álvaro Domecq bajo el lema ‘Nacer de nuevo’, como continuidad del legado familiar tras la venta de las históricas Bodegas Domecq a Allied Lyons.

Álvaro Domecq durante la entrega de la Medalla a la Proyección de Andalucía.

“Un hombre a caballo”

A lo largo de su vida recibió numerosos reconocimientos: Campeón de España de Doma Clásica, Medalla de Andalucía 2024, Premio Internacional del Caballo, Premio Ferrer-Dalmau de la Academia de la Diplomacia,entre otros. Pero el homenaje que más emoción le produjo fue su nombramiento como Hijo Predilecto de Jerez en 2022.

En este acto solemne, ‘Alvarito’ pronunció unas palabras que sintetizaban su vida: “Gracias al caballo, que me enseñó el valor; gracias al toro, que me dio su casta; gracias al vino de Jerez, que me alegra el corazón; gracias al flamenco, que me llena el alma; gracias al arte, que me inspira siempre; gracias a tantas personas que camináis a mi lado; gracias a Jerez.”

El ex ministro Jaime Mayor Oreja, amigo de la familia y entre los muchos rostros populares presentes en el reconocimiento, subrayó entronces “la gran responsabilidad de suceder a una figura como su padre, y haberlo hecho con dignidad y entrega”.

En una ocasión, durante un homenaje en Madrid, el propio Álvaro Domecq sintetizó mejor que nadie su fascinación por el mundo ecuestre: “Mi padre hizo de mí lo que soy: un hombre a caballo”.

Ese hombre, inseparable de su tierra y de sus caballos, se ha marchado dejando tras de sí una estela que atraviesa el mundo del rejoneo, la doma, la ganadería y el vino. Jerez pierde a uno de sus símbolos; Andalucía, a uno de sus mejores embajadores.

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