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Miguel Ángel Noceda
El valor económico del español
Se celebra en estos días el X Congreso Internacional de la Lengua Española en Arequipa (Perú) con más de 250 participantes y un mensaje diáfano de “una conversación en torno a lo que une, no a lo que separa”, en palabras de Felipe VI, que sin duda venían muy a cuento tras el rifirrafe entre el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, y el de la Real Academia de la Lengua, Santiago Muñoz Machado. Además, conviene dejar al margen esas diferencias si se quiere mantener el potencial del español como “el producto más internacional de España y de todos los países que lo tienen como lengua propia”, como destaca el profesor José Luis García Delgado siempre que le dan oportunidad.
García Delgado, junto a los también profesores Juan Carlos Jiménez y José Antonio Alonso, han dedicado gran parte de sus investigaciones a calcular el valor económico del español, que recogieron en el trabajo Los futuros del español. Horizonte de una lengua internacional (Alianza, 2023). Por otro lado, el próximo 28 de octubre se presenta en el Instituto Cervantes El Anuario del español en el mundo, en el que Jiménez analiza los desafíos en el nuevo escenario internacional, especialmente en Estados Unidos, y las repercusiones del proteccionismo en los países hispanohablantes.
La potencia del español deriva del número de hablantes (más de 600 millones de usuarios potenciales) y, sobre todo, por ser un activo de gran valor económico que rebasa las fronteras nacionales mediante la internacionalización de la cultura y la expansión de las empresas. El español ha superado el paso del tiempo, las barreras de la geografía y el desafío de la unidad, y si el inglés es la lengua sajona universalizada, el español es la lengua románica universalizable.
¿Cuál es ese valor? Una respuesta exige subrayar la triple función que cumple como materia prima, como medio de comunicación compartido y como seña de identidad colectiva. Cinco rúbricas resumen las características esenciales de la lengua como bien económico: no se agota nunca con su uso ni puede depreciarse como ocurre con otros bienes; vale más cuanto más se consume, es decir, el valor de pertenecer a un grupo lingüístico aumenta con el tamaño del grupo y sin problemas de congestión; no es apropiable en exclusividad y no puede ser objeto de adquisición; no tiene coste de producción, y, por último, es un bien con coste de acceso único (una vez conocido un idioma puede usarse cuantas veces se quiera sin incurrir en nuevos costes).
Con esas premisas, las preguntas derivan hacia el peso que tiene en términos de renta y empleo, la compensación salarial que tiene su dominio y cuáles son sus efectos en los intercambios comerciales y financieros. Por un lado, la población mundial que habla el español (un 7%) tiene una capacidad de compra en torno al 9% del PIB mundial. En España, aporta el 16% del valor del PIB y del empleo, porcentaje que presumiblemente es similar en las mayores economías de Latinoamérica, donde en particular las industrias culturales (edición, audiovisual y música...) suponen alrededor del 3% del PIB.
Por otro lado, constituye un importante factor de estímulo de la migración, “ya que reduce los costes de asentamiento y mejora su empleabilidad y salarios en el país de acogida”, al no existir barreras por el idioma. En el caso del español, este efecto es más intenso que en otras lenguas por el alto peso de los hablantes nativos. Asimismo, ejerce un efecto palanca que permite multiplicar los intercambios comerciales y flujos de inversión. Según los datos manejados, el español multiplica por cuatro los intercambios comerciales entre países hispanohablantes y por siete los flujos bilaterales de inversión directa exterior (IDE). Además, existen efectos cualitativos: la decisión de internacionalizar las empresas y la elección de los mercados por la reducción de los costes de transacción; la acción competitiva, por el conocimiento más rápido del entorno normativo y los hábitos de consumo, y ayuda a la labor directiva. La lengua común equivale a una moneda única.
Las previsiones de Jiménez apuntan a que habrá un debilitamiento del pilar demográfico que ha sustentado la fortaleza del español. En el trabajo para el Cervantes, todavía inédito, recalcula las proyecciones a 2030-2050. Bajo el planteamiento de que la pérdida de las competencias lingüísticas de las comunidades hispanas de Estados Unidos fuera más acusada de lo hasta ahora estimado, arrastraría a que el poder de compra del español en el mundo (medido por la renta per cápita acumulada por los 600 millones de hablantes) caería para 2050 sustancialmente más allá del declinar que, por motivos demográficos, se preveía para 2030. El autor estima que, en la más pesimista de las opciones, caería un punto porcentual, rozando el 8% del PIB mundial dentro de 25 años.
Desde la perspectiva de la economía digital, los internautas que hablan español concentran actualmente el 12,5% de la capacidad de compra virtual el planeta, porcentaje llamado a descender en parecida proporción a la capacidad de compra global, dependiendo básicamente de los escenarios que se manejen sobre la persistencia del español en Estados Unidos.
Es necesario, por tanto, una respuesta política que active fuentes alternativas de expansión lingüística, según los expertos citados. “Eso exige mejorar el estatus como segunda lengua internacional, ampliando la oferta formativa en los países pertenecientes a comunidades alternativas y promoviendo el interés y la calidad de aquello que se produce en español. Es decir, se requiere una poderosa acción política, bien gestionada”.
Un factor importante es que el español es hoy una lengua fundamentalmente americana, lo que supone que cualquier plan de acción debe estar sustentado en diálogo y colaboración de todos los países de la comunidad hispana y, entre ellos, figura Estados Unidos. En definitiva, la promoción del español debe considerarse un bien de mérito, es decir, aquel que genera un beneficio destacable para el conjunto de la sociedad, y eso requiere una política de Estado.
25 años de Alantra
Alantra, banco de inversión de matriz española impulsado por Santiago Eguidazu, cumple 25 años. Ha sido un periodo muy fructífero para la entidad, que primero se llamó Nmás1. Además de consolidarse en el mercado español, ha extendido su presencia global con alianzas y adquisiciones que le permiten estar a la cabeza del sector. La celebración del cumpleaños, en la Bolsa de Madrid, reunió a gran parte del universo financiero madrileño con un coloquio entre Eguidazu, Luis de Guindos y José Ignacio Goirigolzarri.
Relevo en los registradores
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Un Nobel a la innovación
La Academia sueca de las Ciencias ha concedido el Premio Nobel de Economía a tres estudiosos de la innovación como impulsora del crecimiento económico. Un estadounidense (Joel Mokyr), un canadiense (Peter Howitt) y un francés (Philippe Aghion) comparten este reconocimiento a la prosperidad que resulta muy oportuno en los tiempos que atraviesa el planeta en los que se necesita una mejora sostenida.
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