Elon desencadenado

El Poliedro

Elon Musk, jefe de la empresa SpaceX, en el Despacho Oval. / EFE

Sevilla, 04 de octubre 2025 - 06:01

No hay que ser Casandra, por agorera; Nostradamus, por profético ni, como suele decirse, un hacha, para ver que el futuro ultradigital hace a los ciudadanos menos libres, y no más autónomos y capaces, como durante un tiempo hemos creído y en cierto modo fue: estamos mucho más controlados en todos los aspectos de nuestro devenir diario y en todos nuestros planes; nuestros actos, no sólo de consumo, son analizados continuamente. El triángulo social a nivel planetario se dirime en un juego de suma cero -lo que unos ganan, otros lo pierden- entre los tres vértices: los ciudadanos, sus gobernantes y la fuerza de las corporaciones gigantescas, mucho menos embridadas ni controladas que los propios estados. En concreto, las empresas llamadas tecnológicas, un gran hermano que, siéndolo, tienen un hermano aún mayor y galáctico, el entramado superestructural de los satélites.

Hace unos días volví a ver un vídeo de Patti Smith con el auditorio haciéndole los coros de ‘People Have the Power’. En esa canción, ella se despierta con el grito de que la gente tiene el poder. Pero es eso, en efecto: ella soñaba, como Lennon imaginaba. Fantasías animadas de ayer y de hoy, era el lema con el que abrían los dibujitos animados antaño. Eso siempre ha sido así; ahora, “menos así” que cuando, por ejemplo, un señor feudal tenía derecho de pernada, uno entre todos los derechos, porque ninguno estaba en manos de la gente corriente. La que hoy se dirime es una guerra sin olor a pólvora ni cuerpos desventrados entre el Estado -los estados- y las megacorporaciones, que ya no son un poder terrenal, sino que bien puede serlo extraterrestre y hasta galáctico. Los liberales a la violeta, los antiestado salvo necesidad personal, están de enhorabuena. Al odiado Estado se lo está comiendo la Gran Corporación que todo lo ve y casi todo lo puede, y no hay nada menos liberal que un monopolio o un control excesivo del mercado (que ese es el gran misterio del corpus de fe económica liberal patrio).

Esta semana, Elon Musk ha dado un paso adelante más que paradigmático en este sentido: es pavoroso. Su empresa de satélites, Space’x, ha adquirido por 17.000 millones de dólares (qué más da eso, ya puestos...) el espectro de telecomunicaciones de la compañía EchoStar, eliminando a un potencial enemigo de su Starlink en la carrera del espacio, que ya no es la de llegar antes, sino la de dominarlo, controlarlo y establecer las normas del mercado de la conexión móvil satelital. Como afirma Xavier Lacort en Xakata, SpaceX ya no competirá así en la Tierra como en el cielo con los operadores terrestres, sino que regirá todo el sistema de valor, desde el cohete hasta el teléfono. Puenteando, sustituyendo y, por qué no, suplantando a ningún tipo de control del tercer vértice o tercer ojo, el Estado de cada país. Un tercer ojo que ve lo justo, por ejemplo con Hacienda, pero un ojo afectado hasta la ceguera por el resplandor de gigantescos poderes privados y personales. Ellos sí que lo verán todo, sin estúpidas cadenas políticas ni estatales. Lo de estúpida es ironía y algo de desesperanza.

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