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El poderío que exhibe Israel se entiende al ser un país en una zona considerada amenazadora por muchos países, a quienes conviene tener un campo de entrenamiento, con enemigo real. Por el Congreso de Estados Unidos sabemos que desde 1946 han donado a Israel 175.000 millones de dólares, de ellos 130.000 en ayuda militar, y para la invasión de Gaza 5.700 millones sólo en defensa antimisiles. Para un país con menos habitantes que Andalucía y que empezó con apenas 2 millones, esta cantidad es enorme, y va unida a relaciones económicas estrechísimas y a la tecnología más avanzada del mundo.
Con la resolución reciente de Naciones Unidas sobre Gaza, surge información de compañías que en la invasión proporcionan sostén militar a Israel. En armas están BAE, Boeing, DJI, Leonardo, FANUC, General Dynamic, Maersk, Renk, Rheinmetall; en máquinas destructoras de edificios, Caterpillar, Volvo, Hyundai; en informática de datos, detección y ataque, Amazon, IBM, Google, Microsoft, Palantir; Chevron que explota el gas en la costa palestina, o Boston Consulting diseñando los negocios a establecer tras la ocupación, y BlackRock que determina inversiones como accionista de referencia de empresas del armamento. Esta información se conoce de las propias compañías, y por la identificación de materiales tras ataques a escuelas y hospitales. Son principalmente norteamericanas, pero sólo entre las citadas hay británicas, alemanas, japonesas, chinas, surcoreanas, danesas, suecas, en fin, una maraña de intereses que han dado forma a Israel como un opaco bastión tecnológico-militar. Además, Israel que prefería comprar con el dinero que se le asigna o presta, potencia su industria local y participa en compañías norteamericanas, e intercambia componentes con empresas europeas. Es significativo que el 21 de febrero de este año se rescinde la directiva USA NSM-20, escasamente aplicada, que vincula la transferencia de armas a derechos humanos.
En este contexto, el acuerdo de Consejo de Ministros de España contra exportaciones de material de uso militar a Israel es un asunto complejo aunque en sí escasamente relevante, como es testimonial las reticencias sobre las bases andaluzas de Morón y Rota; sin embargo, este gesto, el de la flotilla y tantos otros, nunca son inútiles, evidencian la agresividad e indiferencia ante derechos humanos y la legalidad del gobierno de Israel, y nos recuerdan la cita de Rabindranath Tagore: “Deja que encienda mi lámpara –dice la estrella– y no discutamos sobre si ayudará o no a remover la oscuridad del universo”.
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