La inflación repunta
Tribuna económica

Según datos adelantados del INE, la inflación anual en septiembre alcanzó el 2,9%, dos décimas más que en el mes de agosto (2,7%). Por el contrario, la inflación subyacente descendió una décima, hasta el 2,3%. La inflación subyacente excluye la energía y los alimentos frescos. El BCE, apoyándose en este último dato, afirma que las expectativas de inflación están controladas. Sin embargo, los ciudadanos perciben que los precios siguen subiendo aceleradamente. ¿A qué es debida esta distinta percepción? Es la inflación alimentaria la que crea esta divergencia.
Los alimentos en España han aumentado su precio un 34% desde la pandemia; esto ha ocurrido también en Europa. Desde entonces, el precio de la carne ha aumentado un 30%, el de la leche un 40% y el de la mantequilla un 50%. El incremento del precio de los alimentos se ha ido moderando, pero todavía permanece por encima del IPC general. En el mes de agosto, el IPC de los alimentos alcanzaba el 3,2%.
La inflación alimentaria ha subido con fuerza en toda Europa. El país en el que más ha subido es Estonia, con un 57%. Los países bálticos superan el 50%, y el que menos, Chipre, con el 20%. España está en la media, con un 34%.
El comportamiento explosivo de la inflación alimentaria no solamente explica la diferente percepción de los ciudadanos sobre la inflación, sino también el descontento social y las tensiones que genera. Los alimentos ponderan en el IPC más del 20%, más que la energía. El incremento de la inflación alimentaria ha determinado que los ciudadanos hayan tenido que recortar su gasto en otros bienes y servicios, dada la prioridad de la alimentación para la subsistencia. No obstante, los supermercados han disminuido sus ventas en volumen.
La inflación alimentaria, además del impacto social, tiene efecto sobre la distribución de la renta al perjudicar a los más vulnerables, quienes perciben menores salarios. En estos hogares, la alimentación consume un alto porcentaje de sus ingresos. La inflación alimentaria afecta más a los pobres y vulnerables.
Independientemente de los impactos sociológicos y económicos, la inflación de los alimentos dificulta la tarea de los bancos centrales a la hora de controlar la inflación. La inflación alimentaria genera expectativas de aumento de la inflación, lo cual complica la efectividad y la eficacia de la política monetaria de los bancos centrales.
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