El mercado hostil

El Poliedro

Habrá otros bancos más pequeños pero rentables (Bankinter, Ibercaja, Unicaja, Abanca, Kutxabank, Cajamar, Caja Rural) que encontrarán un desafío y una oportunidad en este golpe al mercado, en el caso de que se consume la operación del BBVA sobre el Sabadell

Una sede del Banco Sabadell, con un semáforo en rojo delante.
Una sede del Banco Sabadell, con un semáforo en rojo delante. / EFE

11 de octubre 2025 - 04:59

UNO se pregunta qué pensarán y cómo irán a trabajar los directivos y otros empleados del Sabadell desde que el segundo banco español lanzó una oferta pública de compra masiva de acciones del banco de origen catalán, que es el cuarto en el ranking de entidades financieras según su rentabilidad y según el motor de su oficio y beneficio, llamados “activos” (a su vez, “pasivos” de sus clientes, o sea, las empresas, el Estado y los particulares). Que, en su derecho, el segundo (BBVA) se coma al cuarto (Sabadell) de un mercado de pocos oferentes no parece una buena noticia para el poder de negociación de los clientes. Particularmente, para las empresas pequeñas y medianas que constituyen el segmento al que el Sabadell está enfocado con saber hacer de especialista. Promete incertidumbre que este banco sea absorbido a base de jugosas ofertas del BBVA a sus accionistas, que son muchos pequeños ahorradores sin nombre ni mayor poder que el de vender al precio apetitoso que les ofrece BBVA. Más decisivos resultan los pocos accionistas que son grandes inversores y fondos apátridas.

Habrá otros bancos más pequeños pero rentables (Bankinter, Ibercaja, Unicaja, Abanca, Kutxabank, Cajamar, Caja Rural) que encontrarán un desafío y una oportunidad en este golpe al mercado, en el caso de que se consume esta operación. Cuyos precios de compraventa no son los que decida el aguerrido comprador, porque el Gobierno, la UE y la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) no pueden permitir precios irracionales de las acciones objeto del deseo del BBVA; ofertas fuera de mercado. Poseen mecanismos para evitar desequilibrios derivados de la voluntad del pez grande de comerse al más pequeño cueste lo que cueste.

Esta agresividad no es simpática para el ciudadano medio. Que, aunque no sepa de complejos cálculos y limitantes de los valores bursátiles, sí sabe que ya no hay sucursales en su barrio o cajeros en su pueblo, y que eso es debido a la merma del nivel de servicio, de la competencia y del libre mercado que trajo la concentración tras la crisis cajaria: el imperio de los gigantes es antipático, provoca desconfianza en el sistema. Probablemente, esto al gigante le dé igual. Se dirá el BBVA, con pleno derecho y legalidad: vamos a lo que vamos, a ganar dimensión y escala, internacionalización, influencia institucional. Por eso el papel de la CNMC es crucial si esta primera opa no prospera y BBVA va a una segunda; que, dado el caso, irá, en una huida hacia adelante. No le cabe otra. Bueno, le cabrían pérdidas notables. Caixabank, la otra grande del ranking, no se pondría nada triste. No digamos el imperial Santander. Durante tres años, la fusión debe mantener marcas distintas, seguridad al personal, oficinas. Pero ya sabemos que eso es polvo al viento, daño psicológico a los empleados e incertidumbre para las muchas pymes a las que el Sabadell atiende, esas empresas de las que tanto carece y tanto necesita la estructura económica del país. Pocos y muy grandes oferentes no auguran un sistema financiero más sano: al contrario. Puro principio higiénico del mercado. Libre, sí; no libérrimo.

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