Navidad Interior

Un belén en una exposición
Un belén en una exposición / Archivo

Sevilla, 26 de diciembre 2025 - 06:25

Esta tribuna suele moverse en terrenos áridos: PIB, rentabilidad, productividad, inflación, déficit, reformas y esa obsesión por la eficiencia, como si la vida fuese una hoja de cálculo. Se habla de competitividad, costes, tipos de interés y de “hacer más con menos”, sin descender al hecho de que detrás de cada cifra hay personas que intentan vivir con sentido. Por eso, hoy, 26 de diciembre, en plena Navidad –inmersos en celebraciones y agendas– conviene hacer un paréntesis para recuperar el mensaje de la fiesta y su promesa de novedad.

La primera idea es que lo importante suele llegar con sencillez. La Navidad habla de un comienzo humilde, de que lo decisivo llega en lo pequeño, vulnerable y silencioso. Esto choca con nuestra forma de celebrarlo actualmente: la hemos convertido en escaparate y ruido: más luces, más planes, más “lo mejor”. Donde había un recordatorio de lo esencial, hemos colocado un trono a la abundancia.

La segunda clave es la novedad interior: no basta con repetir ritos si nada cambia por dentro. Se trata de permitir que algo nuevo nazca. Es un tiempo para entrar en nuestro propio “portal”: mirar la fragilidad, lo que no luce, lo que se deja en sombra. La práctica actual, sin embargo, tiende a ser la contraria: llenar el día para no escucharse, consumir para no sentir, distraerse para no revisar nada. La prisa y el ruido funcionan como anestesia.

Y es que la Navidad habría que tomarla como oportunidad real de empezar distinto, como posibilidad real de cambio. Lo nuevo pide espacio, paciencia y decisiones pequeñas, pero concretas. Sin embargo, confundimos tradición con repetición: el guion social del “toca quedar”, “toca regalar”, “toca brindar” puede conducirnos a que enero llegue igual que terminó diciembre.

También está el tono contemplativo, de la atención: mirar a los demás sin prisa, agradecer, reconciliar. Y la invitación a ensanchar el corazón: acercarse al que está solo, al que vive estas fechas con dolor o al que no encaja en la fiesta. Frente a eso, podemos caer en una alegría obligatoria, medida por fotos, mensajes y comparaciones. Se celebra hacia fuera y en clave de burbuja, con círculos cerrados y conversaciones superficiales.

El mensaje es sencillo: la Navidad no es un concurso de consumo, sino una ocasión para alumbrar una existencia mejor. Si estos días abren un hueco para el silencio, para pedir perdón, para llamar a quien se dejó de llamar, para ordenar prioridades y elegir lo importante, entonces habrá nacido algo nuevo. Y esa novedad interior vale más que cualquier cifra.

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