El Turronero, ese amigo en común
Retrato del empresario ubriqueño José Luis López, que mantiene una frenética actividad inmobiliaria después de anunciar hace un año que era hora de “echar el freno”. El pasado año vendió 93 millones de euros en inmuebles y ya trabaja en su desembarco en la Ciudad del Deporte del Atlético de Madrid
Resultó que Bertín Osborne –no necesita presentación a sus 71 años– tuvo un hijo indeseado con Gabriela Guillén –cuya presentación es que fue novia de Bertín Osborne a los 36 años–, que sí deseaba el hijo. Bertín fue poco galante con su ex novia. Del niño no quería saber casi nada. Que le pasara las facturas y punto, que a su edad no estaba para paternidades. Gabriela trató de ablandar el corazón del cantante enviándole fotos del bebé. Lo hizo a través de un amigo en común, el empresario ubriqueño José Luis López, que así medió en ese mal rollo, aunque rechazó la oferta de Gabriela de ser el padrino del retoño.
Íñigo Onieva se presenta a través de su mujer, Tamara Falcó, que a su vez se presenta a través de sus progenitores, Isabel Preysler y el ya fallecido Carlos Falcó, marqués de Griñón. Sabemos, o nos dicen, que Onieva es empresario, aunque hasta ahora se ganaba la vida como relaciones públicas de locales nocturnos. La empresa que se conoce de Onieva es un restaurante ‘cool’ en un lugar fetén de Madrid, el Casa Salesas, que Onieva dice que tiene “una clientela muy guapa, con estilo y muy buen rollo”, aunque en Trip Advisor no todo el mundo piensa lo mismo. Esta inversión tiene un benefactor, un amigo común de la pareja, el empresario ubriqueño José Luis López.
También entró en el negocio de Onieva el ex diputado de Vox Iván Espinosa de los Monteros, casado con la que fue otra destacada voz del partido, Rocío Monasterio. Espinosa de los Monteros, el que fue mejor orador de Vox y uno de los mejores del Congreso, tuvo una salida agria, pero elegante, del partido. De ideología ultraliberal, empezó a darse cuenta de que no tenía hueco en la formación de Santiago Abascal cuando de ella empezaron a adueñarse ultracatólicos, ultranativistas, ultranacionalistas, ultraenfadados y otras ultridades. Abandonó la política para aceptar una oferta laboral de un amigo común de la pareja, el empresario ubriqueño José Luis López.
Un millón de amigos
Años atrás la mujer del torero Jesulín de Ubrique, María José Campanario, pensó que su madre necesitaba una pensión –alguien diría una paguita– y pidió que moviera los hilos a un amigo común de la pareja, el empresario ubriqueño José Luis López, el mismo que intermedió para que la familia Janeiro, la de Jesulín, adquiriera por casi 5 millones de euros la fértil finca La Bravura para cultivar fresones con poco éxito. Podríamos seguir así hasta la infinidad, lo menos hasta el número 3.600, que fueron los invitados en la fiesta del 60 cumpleaños de José Luis López en el Fibes de Sevilla en junio de 2023. Pero no invitados, precisó López, sino amigos, “podría decirte el nombre de todos ellos”. Y sus amigos no suelen ser gente anónima –que también los hay porque casi toda la población de Ubrique lo es–. Un ejemplo: cuando inauguró su proyecto de centro comercial de Vigo Nisas Nigrán con un espectacular show de drones se hizo una foto de familia. Repasemos la alineación de aquella foto: el torero jerezano Juan José Padilla, el ex torero Fran Rivera, Bertín Osborne, el periodista/activista Javier Negre, el ex futbolista Luis Figo y el ex político que logró hundir Ciudadanos Albert Rivera. Ese centro comercial se vendió poco después de su inauguración a un empresario castellonense, Felipe Peraire, también aficionado a fotografiarse con famosos.
No son invitados, son amigos. Podría decirte el nombre de todos ellos"
López es como el señor Lobo, aquel personaje interpretado por Harvey Keitel en Pulp Fiction que limpiaba las escenas del crimen. Lleva haciendo amigos toda la vida y lo son porque López vive de hacer favores y de arreglar problemas. Cuando López se enteró de las graves dificultades económicas y de salud del célebre locutor Jesús Quintero, el Loco de la Colina, no tardó ni dos llamadas en llevárselo para Ubrique e instalarlo en una habitación de la Residencia Nuestra Señora de los Remedios, que también él había sufragado en su día. Allí falleció Quintero. A través de su Fundación López Mariscal entrega becas de inglés, costea vacaciones a niños de familias desfavorecidas, patrocina equipos de fútbol, concursos de pintura, talleres formativos…
Naturalmente, estamos hablando del Turronero, como es conocido en toda España no por las páginas salmón, precisamente, sino por la prensa del corazón, lo que tiene mérito porque él es una persona que no genera escándalos. Fiel a su mujer, con la que se casó siendo casi un adolescente, cuenta con una familia que no para de celebrar cosas, como el bautizo de su nieta, otro de sus grandes festejos con más de mil invitados traídos a veces en transporte privado por tierra, aire y mar. Para el bautizo, realizado en Jerez, se construyó un parque de atracciones como los que cada Navidad se levantaban en la plaza de toros de Ubrique para que disfrutaran gratis todos los niños de su pueblo. Pero detrás de casi cualquier famoso patrio que merezca ese nombre acaba por aparecer de un modo u otro el empresario ubriqueño José Luis López, por lo que su apodo durante mucho tiempo fue de uso común entre los tertulianos de la edad de oro de los sálvame. Un periodista lo definió como una especie de “Gran Gatsby en versión cañí”.
Una hernia y ¿un paso al lado?
Quizá se deba a que López no es exactamente un empresario, que también. Sería más certero calificarlo como un tratante, un mediador absolutamente encantador en el trato corto que reivindica siempre que puede sus orígenes humildes. Porque, como es de dominio público, lo de Turronero le viene del oficio de sus padres, feriantes que vendían de plaza en plaza este dulce que parece tan poco propicio para las primaveras. Y eso, hacer amigos, quieras que no, acaba agotando. Es por ello que su entorno ha anunciado que uno de los más mediáticos empresarios del país, a pesar de apenas conceder entrevistas, va a dar un paso al lado. Tras la macrofiesta del 60 cumpleaños algo en su cuerpo dijo que era conveniente bajar el ritmo. Una hernia mal curada dio el aviso. “Los médicos me han recomendado que sea prudente, que me tome la vida de otra manera y baje el estrés. Tendré que echar el freno”, declaró hace justo un año.
López sigue al frente de sus negocios inmobiliarios, pero dicen que de forma más pausada y delega la gestión de las otras casi 40 empresas de los más variados sectores en las que participa en sus dos hijos, familiares y colaboradores de confianza. López es socio mayoritario en más de veinte empresas y mantiene relaciones de negocio con otras 18. Muchas de ellas son participaciones en los negocios de su pueblo, dedicados principalmente a la marroquinería. Siempre hay alguien en Ubrique que acude a José Luis para que le eche una mano y él raramente dice que no. Hace muchos años, cuando empezaba a despuntar, ya dedicaba un día de la semana a recibir a vecinos que pasaban por alguna penalidad. Pero las participaciones no acaban en Ubrique. En Sevilla está presente en un centro de psicología y una compañía dedicada a la distribución de grifos de cerveza, en Jerez es mayoritario en las panaderías Masa Madre y en Málaga en una fábrica de mascarillas sanitarias, por mencionar sólo a algunas.
Todo este bazar empresarial se mueve básicamente bajo el paraguas de la sociedad que creó hace trece años con el nombre de Grupo Lomar 2011 y la división López Real Inversiones, enfocada a la gestión de centros comerciales. Con Grupo Lomar 2011 decidió instalar su sede social en Madrid, un salto que le permitía ampliar su red de contactos. La actividad principal de Lomar 2011 es ofrecer servicios de compra venta en el sector inmobiliario, es decir, mediar; es decir, tratar. Estos tratos generaron en 2024 una cifra de negocio de 98 millones de euros, la mayoría –93 millones– por venta de activos inmobiliarios, y unos beneficios netos de 12 millones. Su ‘portfolio’ abarca de todo. En 2023 su cartera de suelos, naves, pisos, garajes y trasteros tenía un valor cercano a los cien millones. Al mismo tiempo, según su auditora, en ese ejercicio la deuda bancaria a corto plazo superaba los 106 millones, más del doble que en 2022, lo que se achacó a su fuerte crecimiento inversor.
Con esta trayectoria es con la que se presentó ante el propietario del Atlético de Madrid, Miguel Ángel Gil Marín, para unirse al proyecto de Ciudad del Deporte de los colchoneros. No es un proyecto cualquiera. La inversión en estos terrenos de más de un millón de metros cuadrados junto al Metropolitano se va a mover en torno a los 700 millones de euros, aunque la primera fase, que es la que está cerrada, tendrá un coste de 350 millones. El complejo va a contar con un centro de alto rendimiento, campos de entrenamiento, polideportivo, campo de golf y una playa con olas artificiales para hacer surf.
El papel de José Luis López será dotar a esta oferta deportiva de un centro comercial con bolera, cines, supermercado, tiendas y restauración. Esto se hace a través de López Real Inversiones y la inversión, estimada en 110 millones, irá al 50% entre el empresario ubriqueño y la entidad cuyo mascarón de proa es el Cholo Simeone. Gil Marín ha valorado en su elección, una vez más, la amistad común con su ‘pareja’ atlética, el presidente y productor cinematográfico Enrique Cerezo, y la experiencia acreditada de López en otros centros comerciales. López está detrás de centros comerciales que ya están en marcha, como el Entrenasas, en Dos Hermanas, inaugurado el pasado mes de septiembre con una fiesta en la que se invitó a chocolate con churros a más de 1.550 personas. También hay proyectos en Málaga y Marbella y, con todo eso, tuvo aún músculo para comprar a Activos Castellana 40 el centro comercial Fuensanta, situado en Móstoles, una de las zonas con mayor densidad de población del cinturón de Madrid. No está tan claro que a todo esto se le puede considerar “echar el freno”.
Veinte años atrás
Antes de pegar el salto a Madrid, el centro de operaciones de López se encontraba en Jerez. En plena avenida Alvaro Domecq colocó en 2004 las oficinas de Gestión Inmobiliaria Ubriqueña, creada cuando, siendo un comercial de la aseguradora Caser, descubrió lo suculenta que podía ser una comisión por una venta de terrenos en la sierra de Cádiz. Hasta entonces su oficina se encontraba en su vehículo, un 4x4 de alta gama cargado de botellas de agua mineral, con el que recorría España buscando suelos para la instalación de nuevos supermercados de Mercadona. Una parte de la expansión de la que hoy es la primera firma de distribución de alimentación es obra suya.
En Jerez tejió una alianza y una amistad, que dura a día de hoy, con el que había sido alcalde de la ciudad durante más de dos décadas, Pedro Pacheco. A Pacheco se lo había presentado el promotor Sebastián Romero, de la inmobiliaria Rochdale, artífice del crecimiento en horizontal de la población con sus gigantescas urbanizaciones de unifamiliares a precios populares. Pacheco y López congeniaron y esto le iba a servir a López para sus tratos, con los que se puede explicar a escala local el estallido de la burbuja a nivel global. Porque López aterrizó en Jerez con una fábrica de ladrillos, pero no puso ninguno. Lo que iba a hacer era quedarse con opciones de compra de suelo en todo lo que iba a ser la expansión urbana de la ciudad. En su momento López llegó a controlar, en mayor o menor medida, cerca de dos millones de metros cuadrados en el entorno del municipio. Él era el intermediario entre el propietario, que podía ser desde un terrateniente venido a menos a un humilde parcelista, y el auténtico comprador, el promotor. Esto es lo que en el argot se conoce como dar pases. Ganaban todos: el propietario, el intermediario, el promotor, el banco, el notario… Menos uno, el destinatario final, el que adquiría la vivienda, que la pagaba a un precio muy superior, tan superior que llegó el momento en que el mercado colapsó. No había quien se arriesgara a una hipoteca y muchos de los que se habían arriesgado ya no tenían cómo pagarla. Y todo se desmoronó. Una melodía que hoy suena a conocida. Algunos de los banqueros que habían generado el colapso dijeron que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades.
Pero hasta el estallido López era el hombre con el que había que hablar si alguien quería hacer tratos en Jerez. Y eran muchos como lo demostraba que las calles principales se llenaran de sucursales de cajas de ahorros cuyas marcas nunca se habían visto antes por la ciudad. Los casos de Croft e Ikea son significativos. Croft era una firma británica que había llegado a principios de los 70 para competir con los vinos cream de la bodega Harvey. Se instaló en lo que hoy es la circunvalación de Jerez en una enorme nave construida al efecto. Cuando el jerez dejó de interesar a gran escala en el mercado británico, a mediados de los 90, Croft se fue y sus botas fueron adquiridas por González Byass, a quien le interesaba el vino, pero no la nave bodeguera. Contrató a la firma Richard Ellis para que le buscara un comprador, pero Pacheco les advirtió que para que la zona se pudiera desarrollar no hacía falta ir a Richard Ellis teniendo al comprador aquí, que era Tempa, por entonces también propietarios del equipo de fútbol local gracias a López. Y para llegar a ese comprador lo conveniente era hablar con un intermediario: López de nuevo. Cuentan quienes lo vieron que el acuerdo se cerró en el castizo bar Juanito y López regaló carteras de piel de Ubrique a todos los presentes. A día de hoy, lo que fue la bodega Croft sigue en pie, abandonada. La burbuja estalló antes.
Con la llegada de Ikea a Jerez sucedió algo parecido. La multinacional sueca ya tenía el suelo para instalarse y crear la mayor superficie comercial de toda Andalucía, Luz Shopping, pero en el acuerdo tenía que compensar con unos terrenos alternativos. Es decir, tenía que comprar suelo en otro lugar y entregárselo al Ayuntamiento. Sin problema, dijeron desde Urbanismo a los emisarios de los suecos, están estos terrenos propiedad de la familia Terry, aunque es conveniente saber que hay un empresario que tiene la opción de compra, así que habría que hablar antes con él. Y sí, ese empresario era José Luis López.
López no paraba de demostrar sus aptitudes. Pacheco siempre lo defendió porque era quien traía inversiones, en concreto a la ampliación de un parque empresarial, cuyo terreno prácticamente dejó en sus manos para sus tratos. Y sí, tenía unas excelentes relaciones con Pedro Pacheco, pero cuando Pacheco se tuvo que conformar con llevar el urbanismo en coalición con la nueva alcaldesa, la popular García Pelayo, la entonces opositora, la socialista Pilar Sánchez, fue la primera en denunciar el peligroso poder que estaba tomando López. Cuando llegó Sánchez a la alcaldía, el empresario ubriqueño tuvo la destreza para ponerla también a ella de su lado. En las fiestas que años después le dieron fama siempre estuvieron invitados los protagonistas de esa enemistad política y personal que condujo a ambos, Pacheco y Sánchez, a la cárcel. Ironías del destino, ellos también acabaron teniendo un amigo en común, el empresario ubriqueño José Luis López.
López ha llegado donde ha llegado porque tiene un olfato insuperable, muy superior al que tuvieron los llamados señores del ladrillo, que fueron arrastrados por la onda expansiva de la burbuja. Él saltó del barco antes de que llegara el maremoto que arrasó con todo. En 2013 hablé con él. Estaba algo apesadumbrado, pero tranquilo: “Mira, me salí de aquello. Me quité lo que tenía de suelo de en medio perdiendo dinero y ahora he descubierto una forma de vivir mucho más tranquila dedicando más tiempo a mi gente, a mi familia, a mi pueblo". Por entonces ya hacía un año que estaba en marcha en Madrid Grupo Lomar 2011.
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