La Universidad de Comillas responsabiliza del apagón de la deficiente programación de energía con generación síncrona

El informe elaborado por expertos internacional apunta el concepto de "colapso por sobretensión" y señala que Red Eléctrica empeoró la situación con las medidas que tomó para tratar de estabilizar el sistema

Endesa responsabiliza a Red Eléctrica del apagón por una "escasa planificación" de generación síncrona

Un supermercado se ilumina con una vela en pleno apagón. / Alberto Estévez · Efe

El 28 de abril España se apagó. No fue un sabotaje, ni un error humano puntual. Fue un cero eléctrico histórico, el primero en el sistema ibérico, que dejó a millones de hogares y empresas del territorio peninsular de España y de Portugal sin suministro en cuestión de segundos. Cinco meses después, el informe preliminar elaborado por el Instituto de Investigación Tecnológica (IIT) de la Universidad Pontificia Comillas —uno de los centros de investigación en sistemas eléctricos más importantes de Europa— pone nombre y apellidos a las causas: inestabilidad de tensión, baja generación síncrona y una red de transporte demasiado débil para resistir el empuje de las renovables que, paradójicamente, acabaron desconectándose en cascada.

El documento, encargado por Endesa e Iberdrola y firmado por los profesores Luis Rouco, Enrique Lobato y Francisco M. Echavarren, no sólo detalla las tripas del apagón. También lanza un aviso incómodo: el modelo de transición energética que España exhibe como ejemplo europeo convive con riesgos inéditos, que pueden dejar al país a oscuras sin que medie tormenta. La novedad técnica se llama “colapso por sobretensión”. La traducción política es más sencilla: falta prudencia.

El cero eléctrico

Durante la semana previa al apagón, los técnicos ya habían detectado fenómenos de inestabilidad de tensión en la red, especialmente en Andalucía y Extremadura. Subidas y bajadas bruscas que se repetían como latidos descompasados, activando las protecciones de los equipos. El 28 de abril esas oscilaciones alcanzaron gran amplitud. Y lo que debía ser un sistema robusto respondió con fragilidad: las protecciones funcionaron, sí, pero a costa de ir desconectando generación renovable hasta dejar el sistema desnudo. La Península al completo se quedó sin electricidad.

La generación síncrona —centrales nucleares y ciclos combinados— estaba en mínimos. En Andalucía sólo quedaba un central de gas en marcha; en el centro peninsular, una nuclear solitaria. La red de 400 kV, que debería sostener el armazón, tenía más de un tercio fuera de juego por mantenimiento o control de tensión. Con tan poca inercia, la sacudida se extendió por toda Europa. España estrenaba un fenómeno inédito: el colapso por sobretensión, el “apagón en cascada” que ni siquiera Bruselas tenía en su manual de emergencias.

El papel de Red Eléctrica

El informe no pasa por alto la actuación de Red Eléctrica de España (REE), el operador del sistema, propiedad de la cotizada privada Redeia, y que en la práctica tiene una gestión tutelada por el Gobierno de español, que tiene un 20% de su capital. Entre las 12:00 y las 12:30, los técnicos de REE intentaron reconducir la situación conectando líneas para amortiguar las oscilaciones. El resultado fue el contrario: el margen de seguridad se redujo aún más, acelerando el desplome del sistema. Un intento de apagar un fuego con gasolina: la sobretensión aumentó.

El IIT de Comillas evita cargar las tintas en exceso, pero la conclusión es clara: las maniobras operativas empeoraron la situación. El margen de seguridad en la red de 220 kV era de 1.019 MW. La desconexión superó los 1.600 MW. El sistema se quedó sin colchón y cayó de bruces.

Una transición con baches

El apagón del 28 de abril es también un espejo incómodo de la transición energética. España ha apostado fuerte por las renovables, y lo ha hecho con éxito en términos de cuota de generación. Pero el sistema eléctrico no se ha reforzado al mismo ritmo. El resultado es una red débil que combina euforias verdes con silencios negros.

Los autores del informe recomiendan revisar la programación de generación síncrona y mejorar los procedimientos de control de tensión. Traducido: no basta con presumir de porcentaje de generación eléctrica renovable, hace falta músculo estable que dé firmeza al sistema y evite que un exceso de sol o viento acabe convertido en una amenaza. El sistema eléctrico, recuerdan, no se mide sólo por la potencia instalada, sino por su capacidad de resistir imprevistos.

La Universidad Pontificia Comillas subraya la necesidad de nuevas métricas para anticipar riesgos. La simple comprobación de que la tensión esté dentro de los rangos permitidos no garantiza la estabilidad. La transición energética, con renovables intermitentes y redes sobrecargadas, exige herramientas más sofisticadas.

Lecciones y silencios

Este informe, además, ha sido revisado y avalado por expertos internacionales. No se trata de un ajuste de cuentas doméstico, sino de un análisis con credibilidad científica. Y lo que dice, con toda la cortesía académica posible, es que España caminó sobre el alambre eléctrico y acabó cayendo.

Lo más inquietante no es que ocurriera, sino que pudiera volver a ocurrir. La debilidad de la red, la baja inercia del sistema y la falta de coordinación entre agentes son problemas estructurales. La desconexión masiva de renovables en cascada es una amenaza latente. Y la operación del sistema, más que adaptarse a la transición, parece arrastrada por ella.

El apagón del 28 de abril no fue un accidente aislado ni una anécdota técnica. Fue la señal de que el futuro energético no puede improvisarse.

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