La economía del populismo

TRIBUNA ECONÓMICA

03 de julio 2025 - 04:10

Los economistas siempre han tenido que cargar con el sambenito de decir al político que no pueden hacer lo que quieran y que hay líneas rojas que no se pueden traspasar, si se quiere evitar una condena irremisible a la ruina. El aumento irresponsable del gasto público o el exceso del endeudamiento son las advertencias más habituales, pero no las únicas. También están las relativas al crecimiento de los salarios, que no sería el caso actual, o la intervención de mercados, como el de los alquileres. Son reglas que, en la mayoría de los casos, aceptamos sin rechistar en el ámbito de la economía doméstica, pero que cuando se trasladan al de la política provocan la indignación y rebeldía del político de turno.

Esto era lo habitual, pero hace ya algún tiempo que el populismo trastocó los papeles, convirtiendo a la economía en el eje vertebrador de discursos políticos tan recalcitrantes como los de Trump, Milei, Farage o Berlusconi y lo mismo puede decirse del sanchismo en España. En su “Macroeconomía del populismo”, Dornbush y Edward denuncian el olvido de las restricciones fiscales y cambiarias en sus políticas imprudentemente expansivas, orientadas a maximizar el crecimiento y la redistribución a corto, pero ignorando los cuellos de botella que terminan perjudicado a medio plazo al salario real y a la balanza de pagos. Es muy probable que los efectos a largo sean inflación y crisis y la necesidad de un severo programa de estabilización para recuperar las constantes vitales de la economía.

La oportunidad para el populismo económico aparece, según los mismos autores, con el descontento de la población con la situación que vive el país, como ocurriera en Europa tras la crisis de 2008. A continuación, viene la promesa de un fuerte crecimiento a corto plazo y la promesa de una distribución equitativa entre la población. Por último, como condición necesaria para llevarlo a cabo, el rechazo de toda restricción lógica que los analistas económicos puedan plantear. Una vez implantado entra en juego el complot conspiranoico de zurdos y comunistas (Milei) o la “fachosfera” (Sánchez); de inmigrantes (Trump o Alternativa por Alemania) y de jueces y medios de comunicación (Sánchez y Trump). Entre las coincidencias entre el populismo de izquierdas y de derechas está el levantamiento de muros defensivos frente a las fuerzas diabólicas que amenazan con arrasarlo todo y una fuerte dosis de personalismo: “yo soy el único que puede arreglarlo”.

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