Emergencia climática

Tribuna económica

Un pantano de la provincia de Málaga  casi vacío antes del último temporal.
Un pantano de la provincia de Málaga casi vacío antes del último temporal. / EFE

11 de noviembre 2025 - 06:00

Estos días se celebra en Brasil la COP30, que significa Conferencia de las Partes, y 30, el número de la edición, mostrando no solo una acción mundial por el clima, sino que la preocupación viene de lejos. Se alcancen o no acuerdos, la política de la Unión Europea (UE) es clara, y se recoge en el documento 1430/25 del Consejo UE, con cuatro líneas definidas.

La primera, que la UE trabaja sobre las hipótesis científicas que siguen sistemáticamente el calentamiento del planeta, y los riesgos para la vida humana y la actividad productiva; de ahí su preocupación por las desinformaciones anecdóticas e insensatas sobre el tema: 2024, se afirma, ha sido el primer año en que la temperatura media ha superado en 1,5 °C a los niveles preindustriales, y es obvia la complejidad y dificultad de gestionar los impactos medioambientales.

En segundo lugar, la UE pone énfasis en las energías limpias, pues es vital no depender de los combustibles fósiles, y se insiste en triplicar la capacidad global de renovables, duplicando hasta 2030 las mejores en eficiencia, y bajando el precio de la energía.

Un tercer aspecto son las oportunidades de inversión, empleo, innovación y financiación a otros países, también una forma legítima de influencia política; la paradoja es que Europa, pionera en temas como renovables o vehículos eléctricos, es superada por las producciones masivas de China.

También expresa la UE, es la cuarta línea, su preocupación severa por el daño medioambiental que se añade al sufrimiento humano de los conflictos armados, en especial la agresión de Rusia y la política de destrucción de Israel.

Hay menciones prácticas en el documento, que van desde el impulso a los informes no financieros de las compañías sobre la evolución de su impacto en huella de carbono, a la forma de propiciar iniciativas de asociaciones de empresas y de entidades financieras, con compromisos al respecto.

Llama la atención que la presidenta Ursula von der Leyen y la vicepresidente Teresa Ribera, cuya influencia viene avalada por su gestión del precio de la energía, mantengan una posición sin fisuras sobre un tema tan polémico, y es un alivio que personas inteligentes y responsables, aunque en partidos políticos opuestos, busquen equilibrios en procesos conflictivos como este. Equilibrios entre los compromisos de los países con sus sectores productivos, que es el de las compañías con sus accionistas, y la inevitable transición energética; entre las expectativas de los beneficios a corto plazo, y el deterioro de las condiciones de vida en el planeta.

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