Andalucía avanza en competitividad, pero mantiene brechas estructurales
'Informe de la Competitividad Regional en España 2025'
La región mejora por encima de la media en varios ejes del Índice de Competitividad Regional de los Economistas, aunque sigue situada en el grupo de menor rendimiento junto a otras regiones del sur del país
Andalucía se mantiene a la cola de España en PIB per cápita en 2024, pese a crecer por encima de la media
Andalucía avanza en competitividad, pero sigue lejos de los niveles medios del país. Esa es una de las principales conclusiones que deja el último Índice de Competitividad Regional (ICREG), elaborado por el Consejo General de Economistas, que sitúa a la comunidad dentro del grupo de regiones con menor rendimiento estructural -en la posición 16 de 17-, aunque al mismo tiempo la identifica como una de las que más mejora en términos relativos. Un contraste que resume bien el momento económico andaluz: crecimiento sostenido, mayor dinamismo que la media en varios indicadores clave y, sin embargo, dificultades para cerrar brechas históricas frente a los territorios más avanzados.
El informe confirma que la economía española atraviesa una fase de crecimiento sólido, apoyada en el dinamismo del mercado laboral, la demanda interna y el empuje del turismo. Sin embargo, este avance no se traslada de forma homogénea al conjunto del territorio. Las diferencias entre comunidades autónomas persisten y dibujan un mapa en el que conviven regiones altamente competitivas con otras que, pese a mejorar, continúan lejos de la media nacional.
Según el ICREG, Madrid, Navarra y País Vasco vuelven a liderar el ranking de competitividad regional, mientras que Cataluña se consolida como la única comunidad en un escalón intermedio alto. En el extremo opuesto se mantiene un grupo de regiones con menor nivel competitivo, entre las que figura Andalucía, junto a Extremadura, Canarias o Castilla-La Mancha. Un escenario que apenas varía respecto a ejercicios anteriores y que evidencia la dificultad de corregir los desequilibrios estructurales entre territorios.
No obstante, el análisis ofrece una lectura más matizada cuando se desciende al detalle. Andalucía no solo crece, sino que lo hace con mayor intensidad que la media en buena parte de los indicadores que conforman el índice. En concreto, la comunidad presenta un comportamiento superior al promedio nacional en factores vinculados al entorno económico, el mercado de trabajo, el entorno institucional, las infraestructuras básicas y la innovación.
En comparación con 2023, mejoran indicadores como el PIB per cápita real, la tasa de ahorro, la reducción del paro y del paro juvenil, el abandono escolar temprano, la desigualdad y el déficit. También se observa una evolución positiva en variables ligadas a la actividad económica y empresarial, como el tráfico aéreo, el aumento de empresas de más de 250 trabajadores y el gasto en I+D empresarial.
Sin embargo, este progreso convive con debilidades persistentes. Andalucía continúa ocupando posiciones rezagadas en ejes como el capital humano y, sobre todo, la eficiencia empresarial, que incluso muestra signos de retroceso. A ello se suman resultados menos favorables en variables como la formación de adultos, el nivel de deuda, la presencia de mujeres empleadoras, el peso de la industria manufacturera y la variación de la productividad, así como en algunos componentes del gasto en innovación.
Estas carencias explican que, pese a la mejora registrada, la comunidad permanezca encuadrada en el grupo de competitividad baja y no logre aún traducir su crecimiento económico en un salto estructural más sólido.
El contraste se acentúa cuando se amplía la mirada al contexto europeo. Andalucía es la comunidad autónoma más poblada de España y una de las regiones con mayor peso demográfico dentro de la Unión Europea. Sin embargo, su PIB por habitante y su productividad laboral continúan claramente por debajo de la media comunitaria, mientras que la tasa de paro sigue duplicando el promedio europeo, lastrando su competitividad a largo plazo.
Pese a ello, el informe introduce un mensaje relevante: la convergencia regional es una realidad, aunque lenta. El análisis de los últimos quince años muestra que las regiones que partían de posiciones más retrasadas, como Andalucía, están creciendo a un ritmo superior al promedio nacional. Un proceso que contribuye a reducir las desigualdades territoriales, aunque todavía insuficiente para corregir brechas históricas.
En este contexto, el desafío para Andalucía pasa por transformar el dinamismo reciente en competitividad estructural, reforzando el tejido empresarial, mejorando la calidad del empleo y acelerando la innovación. Solo así el crecimiento económico podrá traducirse en una mejora sostenida de su posición relativa dentro del conjunto nacional y europeo.
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