OpenAI declara un 'código rojo' para mejorar ChatGPT mientras Google recupera terreno en la carrera de la inteligencia artificial
El CEO Sam Altman ordena a la plantilla concentrar todos los esfuerzos en mejorar ChatGPT y aplaza el lanzamiento de publicidad y otros productos mientras la competencia se intensifica
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Tres años después del lanzamiento de ChatGPT, OpenAI se encuentra en una encrucijada. Su consejero delegado, Sam Altman, envió un memorando interno a toda la plantilla declarando un "código rojo" -el máximo nivel de urgencia de la compañía- para reforzar la calidad de su producto estrella frente al avance de competidores como Google y Anthropic.
Según informa The Wall Street Journal, que ha tenido acceso al documento, Altman reconoce que la empresa tiene "trabajo por hacer" en la experiencia cotidiana del chatbot, incluyendo mejoras en velocidad, fiabilidad, personalización y capacidad para responder a una gama más amplia de preguntas.
El memorando establece que OpenAI implementará llamadas diarias entre los equipos responsables de las actualizaciones del producto y contempla reasignaciones temporales de personal para apoyar esta prioridad.
Un cambio histórico
La declaración de Altman es una inversión llamativa de papeles en la industria tecnológica. En diciembre de 2022, fue Google quien declaró su propio "código rojo" cuando ChatGPT irrumpió en el mercado y amenazó el dominio de su buscador.
Aquella alerta llevó a los cofundadores Larry Page y Sergey Brin a regresar a las reuniones de producto tras años de ausencia, y aceleró los planes para integrar capacidades conversacionales en Google Search.
Ahora, tres años después, OpenAI se enfrenta a "la mayor presión competitiva" de su historia.
El lanzamiento de Gemini 3 por parte de Google el pasado noviembre supuso un punto de inflexión: el modelo superó a ChatGPT en múltiples pruebas de referencia que evalúan conocimientos avanzados, lógica, matemáticas y reconocimiento de imágenes.
Figuras influyentes como Marc Benioff, CEO de Salesforce, han afirmado públicamente que están abandonando ChatGPT en favor de Gemini.
Los datos de crecimiento de usuarios reflejan esta nueva dinámica. Google reporta que los usuarios activos mensuales de Gemini aumentaron de 450 millones en julio a 650 millones en octubre, impulsados en parte por el lanzamiento de un generador de imágenes.
OpenAI, por su parte, mantiene una base de más de 800 millones de usuarios semanales, pero varias empresas de análisis independientes han detectado una desaceleración en el uso de ChatGPT en los últimos meses.
Proyectos aplazados
Para concentrar recursos en la calidad de ChatGPT, OpenAI pospondrá el desarrollo de varias iniciativas que había anunciado en los últimos meses.
Entre los proyectos en espera se encuentran Pulse, un asistente personal que ofrece resúmenes matutinos dentro de la aplicación; agentes de inteligencia artificial especializados en consultas de salud y compras; y uno aún más significativo: el lanzamiento de publicidad en la plataforma.
Aunque OpenAI nunca ha confirmado públicamente planes publicitarios, The Information había informado de que la compañía estaba probando diferentes formatos de anuncios en versiones beta de su aplicación de Android.
El propio Altman había descrito anteriormente la combinación de "anuncios e IA" como "singularmente inquietante", pero ejecutivos de la empresa han admitido considerar modelos de negocio basados en publicidad ante las presiones financieras.
La presión financiera como telón de fondo
El "código rojo" de Altman no responde únicamente a la competencia técnica. OpenAI opera en una situación financiera compleja que añade urgencia a cada decisión estratégica.
La compañía, valorada en 500.000 millones de dólares, aún no es rentable y depende de continuas rondas de financiación para sostener sus operaciones.
Los compromisos adquiridos son descomunales: según The Wall Street Journal, OpenAI ha prometido gastar alrededor de 60.000 millones de dólares anuales en computación con Oracle, 18.000 millones en un proyecto de centros de datos y 10.000 millones en chips de IA personalizados.
La empresa proyecta ingresos de 13.000 millones de dólares para este año, pero sus propias previsiones internas indican que necesitará alcanzar los 200.000 millones de dólares en ingresos anuales para 2030 si quiere ser rentable.
Esta ecuación financiera contrasta dramáticamente con la de Google, que puede financiar sus ambiciones en inteligencia artificial a través de ingresos consolidados procedentes de la nube, la publicidad web y otros negocios establecidos.
Anthropic, otro competidor significativo, espera alcanzar el equilibrio financiero en 2028, cuatro años antes que OpenAI según las proyecciones actuales.
Modelos de código abierto y competencia china
La presión no proviene exclusivamente de las grandes tecnológicas estadounidenses. El ecosistema de modelos de código abierto ha experimentado avances notables, especialmente desde China.
DeepSeek, una startup de IA china cuyo modelo eficiente ya había sacudido los mercados a principios de año, lanzó recientemente una actualización que afirma ser competitiva con lo último de Google y OpenAI, pese a haberse entrenado con hardware mucho menos potente.
Moonshot AI, otra empresa china, realizó afirmaciones similares el mes pasado.
Estos modelos de código abierto -más económicos, personalizables y cada vez más potentes- representan una alternativa viable para muchos clientes potenciales de OpenAI, erosionando uno de los pilares de su narrativa corporativa: la inevitable superioridad tecnológica.
La respuesta de OpenAI
En el memorando, Altman ha prometido que OpenAI lanzará la próxima semana un nuevo modelo de razonamiento que, según evaluaciones internas, superará al Gemini 3 de Google.
Nick Turley, vicepresidente y responsable de ChatGPT, publicó el lunes en la red social X que "nuestro enfoque ahora es seguir haciendo ChatGPT más capaz, continuar creciendo y expandir el acceso en todo el mundo, mientras hacemos que se sienta aún más intuitivo y personal".
La empresa utiliza un sistema de códigos de color -amarillo, naranja y rojo- para comunicar niveles de urgencia internamente. El "código naranja" declarado en octubre ya advertía sobre la intensificación de la competencia. El paso al "código rojo" representa el reconocimiento de que la situación requiere medidas más drásticas.
Un momento definitorio
OpenAI está ante un momento definitorio. Durante más de dos años, la compañía disfrutó de dos ventajas fundamentales: una base de usuarios real y significativa, y modelos que parecían tener una generación de ventaja sobre la competencia. Ambas premisas se han debilitado.
La declaración del "código rojo" de Altman puede interpretarse como un gesto pragmático inusual en la industria de la IA: priorizar el producto fundamental que funciona sobre la expansión acelerada hacia nuevos territorios.
Sin embargo, también evidencia que la narrativa de inevitabilidad que había rodeado a OpenAI -esencial para una empresa que quema capital a este ritmo- se ha fracturado.
El CEO de Google, Sundar Pichai, advirtió en noviembre sobre "elementos de irracionalidad" en el clima de inversión en IA, comparando aspectos del mercado actual con la desastrosa burbuja de las puntocom de los años 90.
Para OpenAI, convertirse en "simplemente otra empresa" en un mercado normalizado podría representar un problema existencial, dado el entramado de cientos de miles de millones en acuerdos especulativos, contingentes y cada vez más circulares en los que está involucrada.
Las próximas semanas mostrarán si el "código rojo" de Altman logra reconquistar el liderazgo perdido o si, en cambio, marca el inicio de una nueva era en la que varias empresas compiten en igualdad de condiciones por el dominio de la inteligencia artificial conversacional.
Para los usuarios, podría traducirse en mejoras rápidas en la experiencia de ChatGPT y menos cambios revolucionarios en el futuro inmediato.
Para OpenAI, es una apuesta de alto riesgo en un momento en que los márgenes de error se han reducido considerablemente.
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