La debilidad de la innovación en España

tribuna económica

Una investigadora trabajando en el Laboratorio de Bioseguridad de la Universidad de Córdoba. / M. G.

04 de noviembre 2025 - 04:00

En un artículo anterior veíamos, a propósito de cómo la innovación impulsa la economía, cómo vienen a la mente descubrimientos científicos revolucionarios para la producción, y hoy identificamos con capacidad computacional e inteligencia aumentada, que supuestamente deberían potenciar nuestra productividad y bienestar. Sin embargo, en los cuatro agentes de la innovación: el científico que crea, el empresario que ve una oportunidad, los CEO que gestionan los procesos, y el capital que financia, aparecen deformaciones, y se pierde el sentido de la competencia cuando los incumbentes con poder absorben a los innovadores que pretendían entrar en el mercado “cabalgando a lomos de gigantes”. Los precios disparatados que se pagan por startups no son indiferentes, pues suprimen el pluralismo, reducen la productividad y dan una falsa sensación de dinamismo.

El 40% de los científicos premiados con el Nobel residen en países distintos a los de su nacimiento, y es muestra de un talento que busca entornos acogedores, en gran medida en un puñado de universidades norteamericanas, hoy proscritas por tenebrosos gobernantes. En España, sólo en nuestras universidades públicas he visto en cincuenta y cinco años de experiencia alguna investigación de nivel, pero están asfixiadas por la falta de recursos internos y externos, y escaso interés por parte de la empresa. En los “Indicadores de Innovación de la UE”, España supera a la media en dotaciones públicas como acceso a Internet y digitalización, y apoyos de R&D a negocios; pero las inversiones empresariales en innovación están en 65 (100 el índice europeo), y las pymes que introducen procesos de innovación marcan 49 sobre el índice, y 63 las que innovan en productos. En otra encuesta, de las Sociedades de Garantía Recíproca, vemos que las empresas que han innovado son el 11,3%, y no por problemas de financiación ni de garantías; y cómo nos dice la consultora McKinsey, España es muy competitiva en energía, trabajo, infraestructura y capital, y sólo aparece en rojo la innovación. Todo esto sugiere tres ideas; una la necesidad de persistir por parte de las administraciones públicas; otra, proveer recursos para la investigación en la Universidad, con un plan a diez años; y tercera, vinculación de empresas a esos programas de investigación. Es fácil nombrar las dificultades, pero cualquier avance será valiosísimo, pues si no nuestra sobrevivencia -como diría Mario Draghi-, nos jugamos seguro nuestro futuro innovador.

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