Juan M. Marqués Perales
Payoyo, la Coca-cola de los quesos
Tribuna Económica
España y Andalucía está experimentando una transformación silenciosa pero esperanzadora. Aunque la masa crítica de empleo cualificado sigue siendo menor de lo deseable, la dinámica de crecimiento en sectores de alto valor añadido que empieza a reflejar en las cifras oficiales es innegable. Sin duda en provincias como Sevilla, Málaga o Granada parte se logra gracias a la consolidación de una base tecnológica desde la que es posible construir un futuro diferente.
El antiguo Parque Científico y Tecnológico Cartuja en Sevilla, ahora Sevilla TechPark, el desarrollo aeroespacial tanto militar como comercial, o los ecosistemas de inteligencia artificial en Granada y Jaén son ejemplos tangibles de esta transformación. Málaga, por su parte, continúa atrayendo inversiones en tecnologías de la información y comunicación. Incluso la desaparición de la Abengoa de antaño, aunque dolorosa en su momento, ha propiciado el florecimiento de empresas de ingeniería, algunas con presencia internacional significativa.
Sin embargo, esta evolución positiva convive con dos desafíos estructurales. El primero es nuestra incapacidad para retener talento. Andalucía forma trabajadores altamente cualificados que luego se marchan a Madrid o al extranjero porque nuestro tejido productivo no puede absorberlos. Estos ecosistemas, por lo tanto, no tienen aún la fuerza gravitatoria suficiente para absorber la creación de nuevo capital humano. Sin embargo, la solución para por crear las condiciones para que quedarse sea atractivo favoreciendo las anteriores actividades. Si lo logramos, el efecto multiplicador beneficiará a toda la economía regional.
El segundo desafío es gestionar la transición tecnológica sin dejar a nadie atrás. El futuro pertenece a quienes sepan utilizar las nuevas tecnologías en su actividad económica. Por ello, necesitamos políticas activas de empleo que reciclen y formen a los trabajadores desplazados, y una red de protección social robusta para quienes no puedan adaptarse. Pero también debemos asumir nuestra responsabilidad individual: creer que con poca preparación sobreviviremos en un mundo tecnológico es un espejismo peligroso.
Si todo lo anterior lo logramos, otras variables que tanta preocupación nos crean podrán verse mejoradas. Por ejemplo, los salarios. Al comparar trabajadores similares en empresas comparables, la diferencia entre España y Andalucía, en paridad de compra, con otros países europeos no es tan grande como se piensa. Nuestro problema es la excesiva especialización en empleos de bajos salarios y alta precariedad, algo que décadas de regulación laboral inadecuada han perpetuado.
Para que esta transformación esperanzadora sea irreversible, debemos perseverar en la mejora de la regulación laboral, la formación y la administración. Solo así el cambio dejará de ser una tendencia para convertirse en una estructura económica sólida.
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