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Miguel Ángel Noceda
Los aranceles, el Íbex y la opa inacabable
El ajetreo de los aranceles de Trump ha marcado una semana en la que el Íbex 35 ha alcanzado una cota que no conocía desde inicios de 2008, antes de que el vertiginoso zarandeo de la Gran Recesión lo llevara a perder más de la mitad de lo que ganaba unos meses antes. El incremento ha estado, en gran parte, impulsado por el tirón del sector financiero y, en particular, de los bancos BBVA y Sabadell (con el Santander como tercer protagonista) enfrascados en la opa hostil lanzada por el primero hace casi año y medio.
En efecto, el índice selectivo de la Bolsa española, tras varias subidas moderadas, se ha acercado al umbral de los 15.000 puntos (el viernes cerró en 14.824,90, con un aumento del 0,91%). La tasa está todavía distante de los 15.945,7 puntos del récord del 8 de noviembre de 2007, que apenas un año después (el 28 de octubre de 2008) retrocedió a 7.905, un 50,4% menos. Hasta el viernes, el índice acumula una revalorización anual del 27,86%, lo que lleva a pensar que si no se hubieran producido tantas turbulencias en el entorno internacional por la incertidumbre arancelaria las cosas pudieran haber sido todavía más positivas.
El índice bursátil ha necesitado 17 años para recuperar aquellas cuotas, lo que ha sido celebrado con cierta euforia por el contexto en el que se produce, con Trump tensionando los mercados con sus medidas arancelarias. Parecía que los vasos comunicantes que hay entre la cotización bursátil y la economía iban a reflejar la evolución de los valores. Sin embargo, las subidas del Íbex y del resto de los indicadores europeos han estado más influidas por el posible alto el fuego en la guerra de Ucrania que por los aranceles, cuyo impacto parece que estaba descontado hace tiempo por los mercados, pese a que pueden suponer un cambio drástico en la economía global, como han advertido la OCDE y otros organismos.
El alza del Íbex, en concreto, ha estado señalado específicamente por las dos juntas extraordinarias anti opa en las que el Banco Sabadell aprobó la venta de su filial TSB al Banco Santander por 3.100 millones de euros y el macrodividendo de 2.500 millones vinculado a esta operación. La entidad catalana logró el respaldo masivo de sus accionistas y colocó otra barrera, ya se verá si infranqueable, al BBVA.
El encastillamiento de la entidad presidida por Josep Oliu ha dado resultados. Los 6.300 millones que prevé distribuir en dividendos hasta 2027 y el hecho de que los accionistas que acepten la oferta del BBVA para canjear sus títulos no podrán cobrar la retribución asociada a la venta de TSB suponen muchas dificultades para la entidad vasca. Muy posiblemente los inversores están premiando esa posible retirada con las subidas, por encima de las del Sabadell, cuyo valor anual ya se ha elevado un 80% desde el lanzamiento de la opa.
Desde entonces, la prima ofrecida ha cambiado al signo negativo para ponerse en torno a 7,5%. Es decir, un accionista de Sabadell perdería ese valor en caso de que la opa se hiciera en estos momentos y vendiera. De acuerdo con la oferta ajustada por el reparto de dividendos, BBVA ofrece una acción de nueva emisión además de 0,70 céntimos (representando los dividendos repartidos por el banco) por cada 5,3456 acciones de Banco Sabadell. La subida del BBVA en Bolsa implica que la oferta está valorada en casi tres euros (2,98).
La incógnita radica ahora en la reacción que tendrá la cúpula de la entidad financiera que preside Carlos Torres Vila, que hizo una fuerte apuesta personal por esta operación. El propio banco vasco ha reconocido públicamente que la decisión de vender TSB trastoca sus planes de opa y que, si no sale, “puede conllevar un daño reputacional”. En un suplemento al folleto de opa entregado el jueves a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), explicó que la venta de la filial y el macrodividendo afectan a sus previsiones y sinergias calculadas, que había cifrado en 850 millones anuales. “En el caso de que la oferta se liquidase, el BBVA no puede asegurar que se alcancen los beneficios esperados con la operación, incluidos la reducción de costes y las sinergias de financiación”, recalca. Es decir, se está pensando si sigue con la oferta si comprueba que no generaría el valor esperado.
Sacyr vuelve a Messina
La constructora Sacyr participará en la construcción del puente del Estrecho de Messina, que unirá la península itálica con Sicilia y que había quedado estancado tras haberse adjudicado en 2005 a un consorcio en el que estaba la empresa española. La firma que preside el jiennense Manuel Manrique controla el 22,4% del nuevo consorcio, cuyo contrato se eleva a 10.600 millones de euros. El puente tendrá un vano de 3,3 kilómetros, el más largo del mundo cuando esté firme.
FCC construye en Toronto
Otra de las cinco grandes constructoras españolas, FCC, se ha adjudicado el contrato para un túnel en el metro de Toronto. La sociedad que preside Esther Alcocer Koplowitz posee la tercera parte del consorcio que ejecutará la obra por un monto de 875 millones de euros y en el que la también española Typsa se encargará del diseño.
A Air Europa le vuelan las opciones
A Air Europa se le acaban las opciones. Se cayó en su momento IAG (el grupo de Iberia y British Airways) cuando estaba muy avanzada la integración; luego la de Air France-KLM y, casi sin solución de continuidad, ahora se ha retirado Lufthansa. Queda en perspectiva Turkish Airlines, lo que solucionaría los pagos que la firma fundada por Juan José Hidalgo tiene que afrontar con la Sepi.
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