Y Europa pagó más de lo esperado

Tribuna económica

04 de agosto 2025 - 06:01

Mi columna del pasado 5 de febrero se tituló “Trumponomics 1.1, habrá que pagar…”. Mantenía que acabaríamos cediendo al chantaje de Trump y comprándole armas “o” combustibles “o” aceptando aranceles. Este desenlace indeseado era previsible cuando tienes que negociar con un negociador/chantajeador profesional, como es Trump, con peores cartas a la vista, al tenerle externalizada nuestra defensa y, en conjunto, no así España y Andalucía, perderíamos más que ellos en una guerra comercial, por nuestro superávit comercial UE-EEUU.

El problema es que la derrota ha sido por goleada, ya que todos las “o” se han convertido en “y”. Además, nos hemos comprometido a lo único que entonces rogaba evitar, comprar su caro gas liquado. Recordemos que fue precisamente la subida del precio del gas el principal responsable del último brote inflacionista que comenzó en la segunda mitad de 2022. Si les compramos el gas y no cambiamos la regla de fijación del precio de la electricidad, podríamos caer en la irracional paradoja económica, que los aranceles los ponga Estados Unidos y la inflación la sufra la UE.

Pero esta indeseable goleada ha sido mérito personal de Trump, que deliberadamente aceleró la negociación fijando los altos aranceles iniciales. Por simplificar, podríamos decir que los acuerdos internacionales, también los comerciales, suelen ser lentas partidas del ajedrez clásico, pero Trump nos obligó a jugar al ajedrez relámpago. Al acelerar el ritmo de negociación impidió que nos diera tiempo a montar un frente común internacional de damnificados y, sobre todo, obligó a la UE a jugar a un juego al que no podemos ganar, ya que la Comisión Europea necesita tiempo para acordar con los gobiernos nacionales. Buen ejemplo de nuestro lento modelo europeo fue la negociación del Brexit, ya que necesitamos más de cuatro años para poder ejecutar la salida del Reino Unido, tras el referéndum de junio de 2016 y, algunos flecos, como Gibraltar, todavía, más de diez años después, siguen pendiente de firma.

Si la UE quiere minimizar las derrotas en estas relaciones internacionales relámpago, necesitará autonomía defensiva, ya que Aníbal sigue ad portas, pero también actualizar la toma de decisiones, fortaleciendo a la Comisión. Es decir, ante las amenazas al este y al oeste, la respuesta sigue siendo más Europa, pero sin que ello se entienda como un cheque en blanco a una tecnocracia europea que necesita unos reflejos más acordes con sus altos sueldos.

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