Más allá de los impactos económicos

Un inciso

¿Y si una consultora pudiera dictaminar con datos precisos si una empresa debe o no organizar un almuerzo navideño?

El negocio del vino de misa que hace las Américas

Defensa de los gastos 'hormiga'

El conde Draco, personaje de Barrio Sésamo. / M. G.

04 de diciembre 2025 - 04:00

Es inmemorial la obsesión del hombre por medir, tasar, calcular, ponerle cifra a las realidades. Los números reflejan el poder, la precisión, el valor exacto, el punto de partida para tantas apuestas y aventuras. Queremos saber el impacto económico de un concierto, un monumento, una procesión magna, una feria... A mayor impacto, más satisfacción por cumplimiento de las expectativas. O eso dicen. Hasta evaluamos con número la pérdida de negocio de la suspensión de un festejo, la ausencia de su templo de una imagen de gran devoción popular o el cierre de la visita turística de una catedral. ¡Números, números! Somos como aquel conde Draco de Barrio Sésamo que se pasaba las horas contando sin más mientras sonaban truenos y caían relámpagos. Los estudios de impacto económico se encargan muchas veces para justificar aquello que consideramos cuestionado. Por ejemplo, las corridas de toros. No nos basta con que se trate de un acto de libertad, legal y cultural. En ocasiones nos cuentan con precisión los empleos directos que generan los espectáculos taurinos, los indirectos, la repercusión en gremios afines (sastres, talabarteros, conductores, etcétera), la actividad en los hoteles y la hostelería, etcétera. Bienvenida sea la información exhaustiva. Pero sería ya la hora de evaluar otros impactos, no solo los económicos. O, bien dicho, relacionados también con la actividad que genera economías. ¿Qué impacto tienen los almuerzos de Navidad en las empresas y colectivos varios? ¿Algún consultor podría medir los encuentros que ahora se multiplican en términos de beneficios, perjuicios o riesgos? Estamos ante todo un desafío realmente útil. Seguro que a algún empresario, CEO o alto mando le encantaría saber si le merece la pena o no una convidá que puede cohesionar a la plantilla (¡Prietas las filas!) o puede dinamitar algunas relaciones y, por tanto, poner palos en la rueda de la producción. Hacen falta, llegad el caso, consultores que insten al promotor del festolín a quedarse quieto, a no malgastar las perras, a no provocar situaciones de alta volatilidad.

¿No hay cazadores de talentos? Algunos, por cierto, quedan con el paso del tiempo como el gallo de Morón, pero esos son otras historias. Pues debería haber consultores especializados en tener capacidad de hacer la fotografía del momento de una plantilla, las sinergias y rencores que existen en una coyuntura específica, las posibilidades de ahondar en algunas relaciones o la conveniencia de dejarlas en un estado epidérmico en función de los intereses de la compañía. El salto de la calidad de esa consultoría sería la capacidad para emitir esos informes con esas conclusiones. No se trata del impacto económico, sino del impacto en las personas. Claro que para eso hace falta un conocimiento real de las plantillas sobre el terreno. Hacer las cosas por mera tradición puede suponer un riesgo gratuito. Las acciones rentables en el pasado no garantizan hoy absolutamente nada. Imaginamos esos informes con resultado negativo, pero que a lo mejor ayudan a no meter la pata. Que no es poco, que diría Rajoy. "No cites en un juicio a un testigo que no controles lo que va a soltar por la boca", nos enseñó un letrado. No organices una cuchipanda que no tengas claro que acabará con el resultado esperado. Que trabajen los consultores, que se tendrán que ganar el sueldo. Y no ser recordados como gallos desplumados.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último