
Tribuna económica
José Ignacio Castillo Manzano
Llévate bien con tu jefe, puede que nunca se jubile
Tribuna económica
En el mundo actual, el tradicional oficio de asustaviejas parece haber mutado en el de asustajóvenes, que pretenden llevarnos al escenario de polarización social y política de jóvenes contra mayores que propusieron, a finales de la década pasada, Pippa Norris y Ronald Inglehart. De hecho, mucho debe haber asustado a los actuales jóvenes el último informe sobre el futuro de las pensiones de la Fundación BBVA en colaboración con el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE). Según el cual, se tendrán que ver obligados a trabajar hasta los 71 años, frente a la media actual de poco más de 65, es decir, muy por encima de los 67 que entrarán en vigor en 2027.
No se pueden infravalorar los indudables problemas de sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones, que cada año pone de manifiesto el Índice de las Pensiones del Instituto Mercer, dónde nuestro país aparece como el cuarto menos sostenible de los 48 analizados (los países OCDE más otras grandes economías como India, China o Arabia Saudita), solo por detrás de Austria, Italia y Argentina. Lo cual está correlacionado con nuestro abultado déficit anual sobre las cotizaciones, que ya supera los 60.000 millones de euros en plena expansión económica.
Pero también es cierto que existen múltiples soluciones para mejorar el equilibrio del sistema que no tienen por qué ser coercitivas, sino voluntarias. En este sentido, destaca el impulso que en los últimos años se está dando para que los trabajadores pospongan voluntariamente sus jubilaciones, o las compaginen con su trabajo, disminuyendo su pensión. Estamos hablando de las jubilaciones activa, demorada o parcial.
A priori son buenas medidas para evitar que el peso del posible futuro ajuste, probablemente durante la próxima recesión, solo recaiga sobre los actuales jóvenes. Pero en economía no existen rosas sin espinas, ya que, aunque a priori no hay nada que objetar a la libertad de elección de cada ciudadano para decidir seguir trabajando, más allá de la edad de jubilación obligatoria, tampoco se debería menospreciar una externalidad negativa que estas medidas tendrán y es que el incentivo a posponer la completa jubilación es mayor cuanto mayor sea el sueldo que se está cobrando, es decir, cuantos más ingresos se pierdan al jubilarse. Por lo que serán “los jefes”, con sus sueldos más altos, los que no se jubilen, lo que claramente limitará las posibilidades de ascenso futuras de los actuales jóvenes.
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