Meta compra la startup Manus y abre un nuevo capítulo en la batalla por el futuro de la inteligencia artificial

Una pequeña compañía que pasó de Pekín a Singapur en ocho meses vende su tecnología al gigante de Mark Zuckerberg por más de 2.000 millones de dólares.

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Meta compra la startup Manus
Meta compra la startup Manus

Ocho meses. Es el tiempo que ha pasado desde el lanzamiento de Manus y su adquisición por Meta por más de 2.000 millones de dólares. En ese breve lapso, la startup con raíces chinas alcanzó los 100 millones de dólares en ingresos recurrentes anuales, procesó 147 billones de tokens y se convirtió en el objeto de deseo de Mark Zuckerberg.

No es una historia convencional de Silicon Valley, sino una prueba de que las reglas del sector tecnológico han mutado de forma radical.

El anuncio ha llegado discretamente casi en las últimas horas de este 2025, pero no ha pasado desapercibida. Lo que Meta acaba de comprar no es simplemente una empresa prometedora: es una declaración de intenciones sobre el futuro inmediato de la inteligencia artificial y un reconocimiento tácito de sus propias limitaciones.

El producto que todos querían tener

Manus irrumpió en marzo de 2025 con una demostración que se hizo viral instantáneamente. No era otro chatbot conversacional más. Era, según su descripción, un "agente de propósito general autónomo": un sistema capaz de recibir una instrucción simple y ejecutarla de principio a fin sin necesidad de supervisión constante.

Crear una presentación corporativa completa, analizar carteras de inversión, filtrar candidatos para un puesto de trabajo o desarrollar aplicaciones móviles. Todo ello con una intervención humana mínima.

El concepto resultaba atractivo precisamente porque abordaba el problema fundamental de la IA actual: la brecha entre lo que los modelos pueden hacer en teoría y lo que realmente logran en la práctica.

Los grandes modelos lingüísticos como ChatGPT o Claude pueden razonar, pero tropiezan constantemente con la ejecución. Manus prometía resolver esa fricción, y los números sugieren que lo estaba consiguiendo.

En diciembre, la compañía anunciaba haber reducido el tiempo promedio de ejecución de tareas de 15 minutos a menos de cuatro. Había superado al Deep Research de OpenAI en más de un 10% en pruebas comparativas.

Y, sobre todo, había conseguido que millones de usuarios pagaran entre 39 y 200 dólares mensuales por acceder a su tecnología, algo que a sus competidores les ha costado mucho más lograr (la mayoría de los usuarios se conforma con las opciones gratuitas).

La estrategia de Meta: comprar lo que no sabe construir

La decisión de Meta de desembolsar más de 2.000 millones por Manus revela tanto como oculta. Mark Zuckerberg ha comprometido hasta 600.000 millones de dólares en infraestructura de inteligencia artificial hasta 2028, ha creado el laboratorio Superintelligence Labs y ha contratado a algunos de los mejores investigadores disponibles.

Aun así, ninguno de los modelos desarrollados internamente por Meta ha logrado generar el entusiasmo que OpenAI consigue con cada nuevo lanzamiento.

La apuesta por Manus supone, así, un giro pragmático. Si Meta no puede ganar la carrera de los modelos de frontera, al menos puede dominar la capa de aplicación: los sistemas que convierten esos modelos en herramientas útiles.

Es una estrategia arriesgada pero lógica. Después de todo, Manus no desarrolla sus propios modelos lingüísticos. Utiliza los de Anthropic, Alibaba y otros proveedores, concentrándose en la orquestación y la fiabilidad.

Si los modelos se están convirtiendo en commodities intercambiables, como sugieren algunos analistas, entonces el valor real residirá en quién controle la experiencia del usuario final.

Qué quiere hacer Meta con Manus

Meta planea integrar la tecnología de Manus en Facebook, Instagram, WhatsApp y, especialmente, en Meta Business Suite, donde pequeñas y medianas empresas gestionan contenidos, anuncios y atención al cliente.

Un agente autónomo capaz de automatizar esas tareas podría ser genuinamente transformador para millones de negocios que carecen de recursos para contratar equipos especializados.

Pero existe un precedente inquietante: Workplace by Facebook, el intento previo de Meta de ofrecer herramientas empresariales, fracasó estrepitosamente por falta de compromiso a largo plazo. ¿Será diferente esta vez?

El pasado chino

Manus arrastra una particularidad que convierte la adquisición en un ejercicio de geopolítica corporativa: nació en China.

La empresa fue fundada en 2022 por Butterfly Effect, con sede en Pekín y oficinas en Wuhan. Sus primeros inversores incluían a gigantes chinos como Tencent Holdings y lo que antes se conocía como Sequoia China.

Cuando el senador estadounidense John Cornyn criticó públicamente la inversión del fondo de capital riesgo Benchmark en abril de 2025, preguntando retóricamente si era "buena idea subsidiar a nuestro mayor adversario en inteligencia artificial", Manus ya estaba ejecutando un plan de desvinculación.

En cuestión de semanas, la compañía trasladó su sede oficial a Singapur, despidió a la mayoría de su plantilla china y cerró sus operaciones en el país.

Cuando Meta anunció la adquisición, se apresuró a aclarar que "no habrá ningún interés de propiedad china continuado en Manus" y que la empresa cerrará "sus servicios y operaciones en China". También Monica.cn, el asistente de inteligencia artificial que Butterfly Effect operaba en el mercado chino.

Es un ejercicio de blanqueo corporativo perfectamente legal, pero revelador: Manus conserva el talento de sus fundadores chinos y parte de la tecnología desarrollada en Pekín, pero ha eliminado cualquier vínculo formal con el país.

Técnicamente, es una empresa de Singapur. Políticamente, es suficientemente aceptable para Washington. Y estratégicamente, es lo bastante valiosa como para que Meta asuma el riesgo reputacional.

La operación plantea otras preguntas sobre la globalización tecnológica en esta era de rivalidad entre grandes potencias. Si el talento es chino pero la sede está en Singapur y el comprador es estadounidense, ¿de quién es realmente la tecnología? Y, sobre todo: ¿importa?

Implicaciones regulatorias

La adquisición no será un paseo burocrático. En Estados Unidos, el Committee on Foreign Investment in the United States (CFIUS) podría examinar la operación precisamente por esos orígenes chinos, aunque Meta parece haber hecho los deberes para minimizar ese riesgo. Más preocupante podría ser la reacción del Congreso, donde el sentimiento anti-China es una de las pocas cuestiones genuinamente bipartidistas.

En Europa, la situación es diferente pero no menos compleja. Meta ya está designada como gatekeeper (guardián de acceso) bajo la Ley de Mercados Digitales, lo que significa que sus movimientos de adquisición se escrutarán con lupa (ya hay abiertas en Bruselas investigaciones a Meta precisamente a cuenta de la IA).

Comprar una startup de inteligencia artificial con tecnología potencialmente desarrollada en China, para integrarla en plataformas que utilizan miles de millones de personas, podría despertar preocupaciones sobre protección de datos y competencia.

Bruselas no ha mostrado especial simpatía por las ambiciones expansivas de las grandes tecnológicas estadounidenses, y esta operación ofrece múltiples flancos de ataque: concentración de mercado, uso de datos, transparencia algorítmica.

Meta puede argumentar que Manus seguirá operando de forma independiente, pero eso es solo una fase transitoria. El plan declarado es integrar la tecnología en el ecosistema de Meta, y ahí es donde surgirán las fricciones.

El nuevo tablero global de la inteligencia artificial

La adquisición de Manus por Meta reconfigura, aunque solo sea marginalmente, el mapa de poder en inteligencia artificial: OpenAI mantiene su liderazgo en percepción pública y capacidad de sus modelos, pero la presión aumenta en el terreno de los agentes autónomos. Google tiene recursos, talento y modelos potentes, pero su tendencia a dispersar esfuerzos en múltiples proyectos simultáneos sigue siendo una debilidad. Microsoft disfruta de su simbiosis con OpenAI, aunque la dependencia podría convertirse en vulnerabilidad si la relación se deteriora.

Y luego está China. DeepSeek demostró hace meses que es posible desarrollar modelos competitivos con una fracción del presupuesto occidental. Manus demuestra que el talento chino puede competir globalmente, aunque necesite un pasaporte de Singapur para hacerlo.

La antaño superioridad tecnológica occidental no está ahora tan clara.

Lo que tenemos ante nosotros no es un mercado global de IA, sino varios ecosistemas paralelos con interconexiones limitadas y sospechosas: Estados Unidos intenta mantener su ventaja mediante restricciones a la exportación de chips y desconfianza hacia cualquier tecnología con vínculos chinos; China responde desarrollando alternativas propias y atrayendo talento; Europa observa desde la barrera, regulando pero sin producir alternativas equivalentes.

La carrera que apenas comienza

La batalla por la inteligencia artificial apenas está comenzando a definirse, como prueba la adquisición de Manus.

Durante años, el sector se obsesionó con construir modelos cada vez más grandes y potentes, pero el paso del tiempo matiza esa premisa de que la escala lo resolvería todo: los modelos son necesarios pero no suficientes.

El valor reside en convertirlos en herramientas que la gente use de verdad, por las que pague y que incorpore en su vida diaria. Meta ha apostado 2.000 millones de dólares a que Manus encaja en ese futuro.

Es una cifra considerable pero modesta comparada con los 14.000 millones invertidos en Scale AI apenas seis meses antes. La diferencia está en el producto: Scale AI proporciona datos para entrenar modelos; Manus proporciona agentes que la gente ya está usando.

Queda por ver si Meta sabrá aprovechar lo que acaba de comprar. La historia de las adquisiciones tecnológicas está plagada de cadáveres corporativos: empresas prometedoras absorbidas por gigantes que extinguieron su cultura innovadora bajo capas de burocracia.

Manus tiene 105 empleados repartidos entre Singapur, Tokio y San Francisco; Meta, más de 86.000. La integración no será fácil.

Quizás esta vez sea diferente, porque la inteligencia artificial no es una apuesta lateral para Meta. Según ha reiterado Zuckerberg, es la prioridad existencial de la compañía. La duda es si podrá traducir estas millonarias inversiones en productos que generen ingresos y entusiasmo o si acabará siendo otro metaverso más.

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