
ANÁLISIS
Rafael Salgueiro
La consulta de la OPA o el comodín del público
CASI un mes después del apagón del día 28 de abril seguimos asistiendo a un espectáculo de improvisaciones, imprecisiones, descargos de culpa, desconocimientos impostados e intentos de alejar la atención pública de aquello que es sustantivo. Esto es absolutamente sorprendente y desalentador, al tratarse de un asunto muy serio en un país con una altísima e internacionalmente acreditada capacidad para gestionar la energía eléctrica. Somos muy buenos en esto y lo somos desde hace muchos años, tanto en cualquier tecnología de generación, incluida la nuclear, como en la gestión de las redes de transporte y distribución, incluyendo la integración de las renovables y, más recientemente, el vertido de excedentes del autoconsumo doméstico.
No es una casualidad o cortesía, la valoración que Red Eléctrica de España tiene entre sus homólogos gestores de redes de otros países. Ni tampoco es fortuito el éxito internacional de las grandes empresas eléctricas españolas, y siempre lamentaré que el proyecto de fusión entre Endesa e Iberdrola se malograse debido a las condiciones que impuso el entonces Secretario de Estado de Economía, Luis de Guindos. Se habría dado lugar a un campeón de talla mundial –ese era su escenario– y se habría podido favorecer la competencia en España, atrayendo a empresas para ocupar los huecos que estarían obligadas a dejar libres.
El restablecimiento del suministro con una rapidez extraordinaria es también un excelente ejemplo de la capacidad técnica y operativa del sistema. No hubo ninguna improvisación, se sabía lo que había que hacer y, de hecho, comenzó a restablecerse según el procedimiento previsto, iniciándolo con las centrales hidroeléctricas que tienen capacidad de arranque autónomo y no necesitan suministro eléctrico del exterior, a diferencia de las restantes tecnologías que lo necesitan de una forma u otra.
Pero no solo hemos de felicitarnos por el restablecimiento, sino también porque el deslastre de cargas (el corte de consumos) y la desconexión de toda la generación funcionó tal como se esperaba ante un incidente extremo, en una situación en la que las variaciones de tensión y de frecuencia hicieron incontrolable el sistema. La actuación fue automática, con una celeridad que se mide en segundos e incluso en milisegundos. De no haber sido así, habríamos tenido daños muy serios en las redes.
Lo que lamento de verdad es que la actuación del gobierno, la que he calificado en el primer párrafo, esté desmereciendo una actuación técnica exitosa e incluso ejemplar. Vayamos por partes:
–REE tiene conocimiento en tiempo real de la situación de todas las generaciones que superan una determinada potencia, ya que están obligadas al envío continuo de señales. En otras palabras, REE sabe lo que sucede en cada instalación de generación, y sus técnicos saben lo que sucedió a las famosas 12.32 horas del día 28 de mayo.
–REE decide qué generación se despacha en cada momento, con independencia de las ofertas admitidas el día anterior en el mercado eléctrico. Tiene capacidad para aumentar o reducir la entrega de energía desde una instalación individual, incluso para desconectarla, y también tiene capacidad para reducir la demanda, mediante el corte de suministro a grandes consumidores interrumpibles.
No puedo dejar de mencionar que la presidenta de la empresa afirmó públicamente que REE se atiene a las ofertas de energía casadas en el mercado, desconociendo que es el decisor último de qué energía (qué fuente de generación) se despacha en cada momento en función de las circunstancias. Prefiero creer que lo ha dicho para desviar la atención.
–La calificación de la gravedad de los incidentes en la red de transporte está perfectamente establecida, contemplándose niveles de 0 a 3. Un apagón de aquella magnitud es el único tipo de incidente incluido en el nivel 3, el más grave posible. Vale decir que están de sobra los matices y los eufemismos que se han utilizado.
–Asimismo, está definido el protocolo de investigación de un incidente severo y la composición del comité de expertos que ha de analizarlo, con variaciones según el nivel del incidente en cuestión.
–Las reglas de calificación, el protocolo a seguir y las reglas de composición del comité han sido establecidos por Entso-e (www.entsoe.eu), en concordancia con dos normas de la UE. Esta institución integra a los operadores europeos de redes de transporte y a los reguladores del sector eléctrico, entre otros agentes.
–El día 1 de mayo, Entso-e felicitó públicamente a REE por el restablecimiento, calificó el incidente como excepcional y grave, y anunció la creación del comité internacional de expertos que ha de analizarlo según el protocolo establecido. La composición del comité se hizo pública el día 9 de mayo.
–Este comité investigará las causas, hará un análisis integral de lo sucedido y emitirá recomendaciones en un informe final que será público. Antes de su finalización, Entso-e publicará un informe factual que contendrá todos los detalles técnicos del incidente.
–Así pues, podemos crear todos los comités que el gobierno tenga por conveniente, las comisiones de investigación en las Cortes que solicite la oposición, y entretener a la ciudadanía con dimes y diretes. Pero todo esto no servirá absolutamente para nada, porque lo único que tendrá valor serán el análisis de las causas y las recomendaciones contenidas en los mencionados informes.
–Finalmente, aunque sea de refilón, tampoco puedo dejar de mencionar algunas inconsistencias –ignorancia sería más apropiado– en información emanada del gobierno. Me refiero al caso del uranio y me gustaría dejar claro que sí hay uranio en España, que es explotable y rentable y que, además, tenemos una empresa pública: Enusa, Empresa Nacional de Uranio, que se dedica a gestionar el suministro de uranio enriquecido a reactores españoles y extranjeros. Súmese a todo eso que en las últimas plantas nucleares españolas el ¡80%! de la inversión –desde ingeniería hasta construcción y suministro de equipos– era contratada y ejecutada por empresas españolas. Es imposible que ni en eólica ni en fotovoltaica lleguemos a igualar algo semejante, ni siquiera de lejos.
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